Murió Pablo Armando, lloran las letras

 La muerte de Pablo Armando Fernández, tras años arrebatando vida a una enfermedad terrible, ha enlutado, sin lugar a dudas, a los creadores de estas tierras y los muchos lectores de su obra buena y cubanísima. No por gusto este poeta y narrador resultó distinguido con el Premio Nacional de Literatura en 1996 y llegó a publicar, con acierto, más de 30 textos.

Autor de libros memorables como Los niños se despiden, Premio Casa de las Américas 1968; Golpe de dados, o el primogénito Salterio y lamentaciones, deja una lección de fidelidad a Cuba y a su tiempo, que es también merecedora de loas en este minuto.

Nació en Delicias, un día de marzo de 1930 y nunca dejó de lado sus raíces y el vínculo con esas tierras, a pesar de su peregrinar de poeta lúcido y los años, que lo plantaron en La Habana, el sitio donde hoy queda su prole más cercana muy triste.

Este medio conversó con Ernesto Carralero, historiador de Puerto Padre, y, tras un recordatorio del paso del poeta por la vida, el investigador acotó: «Fuimos amigos, no solo porque es de aquí, sino porque trabajamos juntos y daba gusto encontrarlo siempre que regresaba a la Villa Azul y ser su anfitrión. Un hombre muy sencillo a pesar de su amplia trayectoria, digno de admiración».

También dialogamos con el intelectual Carlos Tamayo. «Fue el primer escritor en entrar a la casona sede de la Uneac en el país. A él le dieron las llaves para que lo hiciera. Decía que el pueblo de Delicias no existía, que él lo había inventado. Y sonreía, pues fue cierto que ese sitio resultó constante en su literatura; casi toda su familia estaba ahí. Era una figura imprescindible en la Jornada Cucalambeana, con su sombrero de yarey, sus poemas en todas partes. La editorial Sanlope publicó sus obras y el Centro de Promoción Literaria de Las Tunas lleva su nombre, una decisión que se tomó en vida del autor, algo poco frecuente, pero muy merecido.

«Recuerdo que en una ocasión fui a su casa en La Habana y había muchos libros suyos. Cuando le pregunté por qué, él me dijo que los compraba con el dinero de sus derechos de autor para romper el bloqueo y mandarlo a otras partes del mundo y así sus amigos pudieran leerlo».

Desde las redes sociales, creadores como Othoniel Morffis se han pronunciado: «Con profundo dolor recibo la noticia de la muerte a sus 91 años de edad de Pablo Armando Fernández, uno de los más grandes intelectuales reconocidos universalmente. Tuvo la alta responsabilidad de vivir en los cinco continentes representando a Cuba.

«Se pueden decir tantas cosas de este ilustre tunero, pero quiero quedarme con su parte más importante, su grandeza humana y una amistad que abrió las puertas de su casa junto a Maruja, sus hijos y amigos. Su respuesta siempre positiva para colaborar con varias exposiciones en las que acompañó mi curaduría con su texto original y de alta mirada crítica. Siento un grito en el pecho, pero sé que Pablo en otra dimensión sigue haciendo la poesía con su filantropía necesaria».

La periodista y poetisa Yelaine Martínez Herrera recuerda sus versos: “… y de vueltas al jardín/ hallaré los paisajes/ que construyeron tus ojos/ y tus manos»; y en todas partes hoy, por esas cosas extrañas que tiene la literatura, he encontrado a quienes quedan con una sentencia suya, que es premonición y aliento: “No creo en el azar, creo en la escritura”.