Casanova y su fábrica de mundos

Su apellido nos remite a una estrella, a un eterno Don Juan y hasta a un género musical. Pero él prefiere verse en su fábrica de mundos, como un lobo estepario, rodeado de esos seres de papel a los que da aliento porque… ¿qué es la creación sino un arte de soledad compartida?

A Andrés Casanova (Las Tunas, 1949) su pulso creativo no le deja quedar en el olvido. Libros suyos han traspasado las fronteras cubanas para acariciar las manos de lectores mexicanos, españoles y portugueses. Entre sus novelas divulgadas se encuentran: Hoy es lunes, Tormenta tropical de verano, Las trágicas pasiones de Cándida Moreno, La jaula de los goces, La fiebre del atún, Las nubes de algodón, No somos aquellos niños, Atrapados por el vicio, Canción desde la huida, y Onán en busca de la mujer perfecta.
Ha publicado los textos de cuentos El reloj, ese asesino, Pequeñas historias memorables, Ángel el desalmado y otras historias, y Ficciones de la Cuba mía. En cuanto a poesía rubricó Poemas desde mi cumbre.
A Casanova lo encontré presuroso en una calle tunera. Pero cuando le hablé de mi interés por conocer más sobre Fiesta con Havana Club, su última publicación, el tiempo pareció detenerse. Y así me cuenta:
«Para mí el policíaco es un pretexto narrativo, esta novela no escapa a eso. Nació con el sello de la editorial española Samarcanda. En ella (nótese la personificación) el espionaje es el camino que uso para conducir al lector. La trama nos lleva a una joven que, aunque parece prostituta, en realidad no lo es y desempeña un papel vital, pues debe ganarse la confianza del asesor principal de un ministro, pero todo es pura ficción».
El también poeta y autor de guiones radiales dramatizados, narra en este caso en un «espacio fabular» llamado La Habana, pero con matices de surrealismo. Además de personajes interesantes como policías cubanos de carne y hueso, aparecen seres del plano astral, lo que constituye una arista no muy común dentro del quehacer literario actual. Todos los elementos confluyen en el volumen con una marcada narrativa de la verosimilitud.
«Tuve que investigar sobre la Teosofía (conjunto de doctrinas religiosas que defienden que el conocimiento de Dios se puede alcanzar sin necesidad de la revelación divina); trato de romper en la redacción con la tendencia de que los cristianos nunca sean voces centrales en una novela; en mi obra sí tienen relevancia».
Incansable cuando de crear se trata, me habla de otros proyectos aún inéditos. «Tengo varios en gaveta, entre ellos las novelas El Cazamujeres, en la que el protagonista viaja desde el pasado (acompañado de tres sirvientes enanos como él) hasta el futuro en la búsqueda de la mujer supuestamente más hermosa; La familia ya no es sagrada, cuyo tema fundamental es el amor en la época actual, asociado a los sentimientos y pasiones de las jóvenes generaciones, y Confesiones de Larry Díaz, en la cual un muchacho procedente de una familia con escasos recursos, decide explotar su carisma y facultades amatorias para vivir de las mujeres».
Son solo una pequeña muestra de su cosecha. «En No habrá honras fúnebres para Oxiuro Vargas narro el estallido social que ocurre en un país ficticio de la geografía americana, aburrido de tolerar una eterna dictadura. Simboliza a los pueblos tercermundistas abocados a escoger entre el neoliberalismo tecnocrático (hambre, desempleo, existencia de ricos bien poderosos y pobres bien sometidos) o jugarse la partida por un sueño, una utopía, una quimera, casi un imposible.
«Nuevos Romeo y Julieta, por su parte, se trata de una historia de amor presentada con un pretexto narrativo poco habitual para la literatura cubana: el resurgimiento del evangelismo cristiano en la Isla, visto desde la óptica de la tolerancia hacia los creyentes en Dios, sin que la trama se convierta en un dogma religioso».
Así cohabitan en esa fábrica de mundos que es su cerebro las habilidades y enterezas para dejar una huella a posteriori. Desde un escritor «de provincia» que viaja a La Habana para entrevistarse con su agente literario y se dedica a espiar a sus vecinos de habitación en el hotel donde se aloja (La otra habitación), hasta versos que seducen por la diferencia, como: «Quizás resulte inútil recuperar los sueños, / imágenes y trinos. Quizás los olvidamos / de tanto ansiar estrellas de un incierto futuro» (Cantos por un futuro); y «El papel agujereado donde escribo mis poemas / escasamente sirve para nada o a lo sumo / como una burla contra quienes aún aguardan por las nubes» (Cuaderno de bitácora y otros olvidos).
Al tiempo que descubro esas pinceladas, él habla de otras ideas de cuentos, novelas y poesías. Me pregunto cómo imagina tan singulares universos. No por gusto este miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) ostenta en su currículo el haber sido seleccionado al premio artístico-literario Catania Duomo 1995, auspiciado por la Academia Ferdinandea de Ciencias, Letras y Artes, con sede en Italia.
Me dice que se cree olvidado porque a veces no lo invitan a leer o no es precisamente de los autores mediáticos. Le agradezco la sinceridad, pero enseguida respondo: «No se preocupe, siga fabricando mundos con esos seres de papel; los lectores agradecen. Sin dudas».