Mayor General Vicente García / León de Santa Rita
Cuando en el Oriente cubano se extiende el eco glorioso de la libertad proclamada por Carlos Manuel de Céspedes en la Demajagua, uno de los primeros en incorporarse a la causa independentista es Vicente García quien, de carácter afable y jovial, pero a la vez inquieto y rebelde desde pequeño, se convierte pronto en un verdadero azote de la España colonial.
En el ámbito de una familia acomodada, nace en la calle Real que en la actualidad lleva su nombre el 23 de enero de 1833. De rica raigambre tunera pues la madre, Rosa María González, era bisnieta de Diego Clemente Rivero, dueño del Hato de las Tunas. ´
Vicente realizó los primeros estudios en su ciudad natal y luego fue enviado a Santiago de Cuba para que recibiera clases en el Seminario San Basilio el Magno. Allí adquirió una cultura bastante general y un nivel educacional medio.
Desde muy joven abrazó la causa de la independencia ya que no soportaba el abuso y la explotación a que era sometido su pueblo.
En ocasión del ataque de Joaquín Agüero y Agüero a Las Tunas, el 8 de julio de 1851, según sus propias palabras: el hecho lo impresionó profundamente.
En el año 1855 contrajo matrimonio con la joven camagüeyana Brígida Zaldívar Cisnero, esposa dulce y tierna que también supo enfrentarse al coloniaje español y se convirtió en la regia mambisa de los campos de Cuba. En 1856 se incorpora a una conspiración contra la dominación española; sin embargo, esta no tuvo trascendencia debido a la poca experiencia de los complotados y las adversas condiciones del momento.
Las peculiaridades de su carácter le valieron para que se hiciera querer mucho en la región y pudo entablar amistad con todos los ciudadanos pobres, ricos, negros y blancos, toda vez que para él sólo existía una raza: la del hombre.
Durante varios años administró una de las fincas de la madre, dedicada en lo fundamental a la compra y venta de ganado, actividad que le sirve de pretexto para recorrer los campos y establecer los contactos con aquellos que ya estaban dispuestos a enfrentar a la metrópoli.
Así organiza un tren de carretas con la finalidad de tirar madera desde la finca hacia Manzanillo y otros lugares de la región oriental, razón por la que fomentó un potrero, utilizándolo además para el mantenimiento de los bueyes.
En 1865, después de la primera expulsión de los españoles del territorio que en la actualidad ocupa la República Dominicana, el joven tunero comenzó a reunirse con su primo Francisco Varona González y ambos coincidieron que en Cuba podía hacerse lo mismo que en el vecino país.
Estas reuniones se hicieron frecuentes y ya en 1866, se unió a ellos Ramón Ortuño Rodríguez, artesano holguinero radicado en Las Tunas y que había participado en el asalto a la ciudad en 1851. Resulta notorio que Vicente García y Francisco Varona, dos jóvenes de la alta sociedad tunera llamaran a un hombre negro como Ortuño, pero, ellos estaban convencidos que así lograrían la unidad en la lucha.
En 1867, viajaron a Las Tunas Bernabé Varona y Francisco Muñoz Rubalcava, celebrándose una reunión en la que el segundo les habló del Movimiento que se gestaba en Bayamo y de los trabajos que se hacían en Camagüey. Esto produjo gran entusiasmo entre los tuneros, al saber que no estaban solos en el empeño libertario. Por unanimidad se acordó nombrar una Junta que asumió la dirección del Movimiento en la comarca eligiéndose a Vicente García como jefe supremo.
Hacia el mes de junio de 1868, Vicente García asistió a una reunión efectuada en Bayamo, donde se tomó el acuerdo de organizar una reunión compuesta por delegados de los distritos comprometidos. A tales efectos se le designó para que llevara a cabo los preparativos del encuentro, tomando en cuenta el gran conocimiento que tenía del territorio y que su madre era dueña de un grupo de fincas boscosas.
De regreso a Las Tunas el patriota criollo escogió la finca Jesús María del fundo de El Rompe, lugar poblado por frondosos árboles y poco transitable. La referida Junta estaba fijada para el 3 de agosto, más los participantes deciden adentrarse un poco en el monte y la importante reunión se celebró al otro día en la finca San Miguel del mismo fundo.
La lista de los conspiradores incluía los nombres de Carlos Manuel de Céspedes e Isaías Mazó por Manzanilllo, Salvador Cisneros Betancourt, Carlos Loret de Mola por Camagüey, Belisario Álvarez por Holguín, Francisco Maceo Osorio, Pedro Figueredo y Francisco Vicente Aguilera por Bayamo y los representantes tuneros Vicente García y Francisco Muñoz Rubalcava.
Esa nómina de participantes a la llamada Convención de Tirsán es disímil, pues según algunos apuntes de la prestigiosa historiadora Hortensia Pichardo, la conformación es muy variada. Enrique Piñeiro nos presenta siete y finaliza con las palabras, «y otros»; mientras que Eladio Aguilera recoge trece nombres, por lo que incluye junto a los expresados a Jaime Santiesteban por Manzanillo y Donato Mármol por Jiguaní. Por otra parte, Vidal y Morales excluye a Jaime Santiesteban y a Francisco Muñoz Rubalcava y menciona a Juan Hall y Antonio Rubio.
En la reunión que presidió Carlos Manuel de Céspedes, quien era el de mayor edad, pronunció brillantes palabras que conmocionaron a los presentes y se cuenta que su voz vibraba como un torbellino en cada rincón de la comarca: «Señores: la hora es solemne y decisiva. El poder de España está caduco y carcomido. Si aún nos parece fuerte y grande es porque hace más de tres siglos que lo contemplamos de rodillas. ! Levantémosno!
A pesar de que no se llegó a un acuerdo definitivo para comenzar la guerra se pudo unificar el movimiento revolucionario y fueron elegidos como integrantes de la directiva: Francisco Vicente Aguilera, presidente; Pedro Figueredo Cisneros, secretario, y Francisco Maceo Osorio, vocal.
El 1ro. de septiembre de 1868 se realizó una nueva reunión en la finca Muñoz, localidad cercana a Las Tunas, donde participaron orientales y camagüeyanos para tomar una decisión sobre el inicio de las hostilidades. Aunque estuvieron presentes Vicente García, Francisco Muñoz Rubalcava y Ramón Ortuño; estos no tuvieron votos, pero sí, antes de entrar, conversaron con los camagüeyanos para apresurar la fecha del alzamiento, pues los tuneros estaban muy vigilados, sin embargo, al concluir no se llegó a un acuerdo definitivo.
A finales del propio mes, Vicente García sostuvo una entrevista con Francisco Vicente Aguilera, en El Lavado finca próxima a las propiedades de este último en Las Tunas, con el objetivo de acelerar el Movimiento Revolucionario.
El 4 de octubre se realizó otra reunión en El Mijial, presidida por el mayor general Vicente García y en la que participaron Ramón Ortuño, Francisco Muñoz Rubalcava, Donato Mármol, Jaime Santiesteban, este último en representación de Carlos Manuel de Céspedes, Luis Figueredo y Francisco Varona González, entre otros.
Vicente García explicó la situación de Las Tunas, que tenía a Ortuño y Muñoz Rubalcava con más de cien hombres armados y ya se habían dado algunos conatos de levantamiento, además, en Holguín se encontraba Luis Figueredo con un grupo de hombres armados desde hacía varios días, en Manzanillo estaban Juan Fernández Ruz y Ángel Maestre alzados en los montes de La Esperanza, el Movimiento no podía esperar más por lo tanto él proponía como fecha tope del levantamiento el 14 de octubre, agregando que si los demás centros no se levantaban, los tuneros solos iniciarían la lucha. El día propuesto por el jefe tunero fue aprobado por los presentes.
El 6 de octubre, dos días después de la reunión de El Mijial, Carlos Manuel de Céspedes realizó una importante reunión en El Rosario de Manzanillo, donde pronunció el siguiente discurso:
Es de lamentar que los sucesos se hayan precipitado hasta el extremo de no permitir que los representantes de los demás centros se fijan en algún acuerdo, no conozcan el parecer ni los intentos de todos los que a dicha Junta han asistido, por lo que estimo de suma importancia y gravedad la resolución delicada y hasta violenta que hay que tomar en los pocos días del plazo fijado por Vicente García y los suyos, estamos como estamos, tan escasos de armas y municiones para equipar nuestra gente, pero empeñada cual está mi palabra y la vuestra, con la que los otros siempre han contado, por mi parte opino que en la hora del peligro no debemos abandonarlos, y satisfecho de que todos los que aquí me rodean son hombres valientes, de honor y de fe, creo que pensarán como yo….
Como puede observarse, en la arenga de Céspedes se ve claramente que el plazo para el día 14 lo fijó Vicente García el día 4 de octubre en El Mijial.
A partir de estos momentos, los tuneros intensifican los preparativos para el inicio de la guerra. De esta forma Francisco Varona, Julián Santana, Ramón Ortuño y Vicente García dan los toques finales a cada actividad prevista. El 9 de octubre se realizó una reunión en Ventorrillo con Vicente García y sus principales subalternos, en la que quedó trazado el plan de ataque de 1a ciudad para el día 14.
El 10 de octubre se produjo el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes en el ingenio La Demajagua, donde dio la libertad a sus esclavos.
Esta noticia llegó a Vicente García el 11, cuando participa en una reunión del Ayuntamiento, del que era miembro de honor. Al concluir la misma, el joven tunero cursó aviso a los que encontró a su paso por la calle Real ya otros los alertó con algún conocido. Con su hijo Braulio solicitó a Javier Duarte que se presentara en el potrero El Hormiguero, el cual había sido escogido como Cuartel General.
El 13 de octubre atacó su ciudad natal y la tomó casi totalmente, menos la iglesia, lugar en que los españoles se habían refugiado, al no contar los mambises con los implementos de zapa necesarios para derribar el portón de la misma. Los bravos hombres se retiraron a su cuartel y allí, en lo más alto de una vara de bambú, ondeó la bandera cubana.
Durante estos días acudieron a Las Tunas gruesas columnas en defensa de la ciudad, pues era una plaza estratégica para el que la poseyera. Desde aquí se podrían dominar con facilidad las ciudades de Holguín y Bayamo, además de los embarcaderos de Puerto Padre y Malagueta, que eran puntos de aprovisionamiento fundamentales de los españoles.
El 24 de octubre arribó a Las Tunas el coronel Eugenio Loño, jefe español, designado para el mando militar de Oriente, con sede en esta ciudad. Como un medio para tratar de doblegar a Vicente García, Loño encerró a la familia del jefe cubano en su casa, colocando guardias en las puertas y ventanas, las que mandó a clavar y ordenó que no se le permitiera llegar ningún tipo de alimento.
Dentro de la vivienda quedaron prisioneras Brígida Zaldívar Cisneros, esposa de García, la madre de Vicente, Rosa González,de más de 70 años de edad y sus pequeños hijos. La única posibilidad de alimento para los que se encontraban en aquel cobarde cautiverio fue una botella de leche que le hacía llegar un vecino del pueblo a través del techo de vez en vez, luego de sobornar a los vigilantes. A los tres días murió de hambre la hija más pequeña del General, María de la Trinidad de sólo 4 meses de nacida, Brígida mantuvo el pequeño cuerpo en sus brazos y las fuerzas españolas ante el reclamo de la madre, desclavaron una ventana y en una cajita de fideos recogieron el pequeño cadáver. En idénticas condiciones murió más tarde, por la misma causa otro de los hijos de Vicente García llamado Saúl y se repitió la escena anterior. No obstante, la esposa de Vicente García fue incapaz de pedirle a su esposo que se rindiera, a él le quedaban muchos hijos por los que luchar.
La repulsa del pueblo y la reacción nacional e internacional hizo que el coronel Loño suspendiera el encierro, pues sabía que el valiente mambí no se doblegaría por aquellos métodos.
El 16 de agosto de 1869, participó en el asalto a la ciudad tunera que dirigió el general en jefe del Ejército Libertador, Manuel de Quesada, y en el cual intervinieron además Ignacio Agramonte y Cornelio Porro. La ciudad fue incendiada en medio del fragor de la pelea y se destruyeron totalmente 13 manzanas. No obstante circuló entre las tropas el rumor de que dos gruesas columnas venían en auxilio de los sitiados y el general Quesada dio la orden de retirada a pesar de la insistencia de Carlos Manuel de Céspedes de concluir con dicha operación militar. Por esta razón, los españoles se adjudicaron la victoria, y le pusieron al pueblo el nombre de Victoria de Las Tunas.
El 23 de septiembre de 1876, el mayor general Vicente García llevó a cabo una de las operaciones más gloriosas en la Guerra de los Diez Años: La toma de su ciudad natal. Después de 8 horas de duro combate logró la rendición del fuerte bastión español, que ante el empuje del machete mambí, depuso las armas.
Los insurrectos permanecieron tres días en el recinto fortificado de Las Tunas y al no poder sostenerla por, más tiempo, el general Vicente García decide incendiaria, para que no sirviera nuevamente de refugio a la metrópoli española. En horas de la tarde, el general García de pie, frente a la casa que lo vio nacer, dio una orden tajante: Capitán Silva, tome esa antorcha y empiece por ahí. El capitán Manuel Reyes Silva, asombrado le replicó: General, pero esa es la casa de su familia; a lo que Vicente García le contestó: esa es la razón por lo que le digo que empiece por ahí. La ciudad comenzó a arder convirtiéndose en gigantesca antorcha, las lenguas de candela lamían las viejas paredes y la ciudad toda era un infierno, naciéndole, del corazón la frase de que prefería ver la ciudad quemada antes que esclava.
A pocos días, el coronel José Sacramento León le informó a Vicente García que la ciudad había sido destruida totalmente: – Vicente García le interrogó: Y eso que yo veo qué cosa es: a lo que Payito León le respondió: General esa es la torre de la iglesia. Rápido y sin ningún titubeo el General ordenó: Pues póngale dos bombas de a veinte libras y túmbela también. Las Tunas quedó en ruinas, no quedó en pie ni una sola casa.
El éxito fue rotundo y el ejército español sufrió una gran derrota poniendo en alto el nombre del mambisado cubano. Por este motivo se cambió al Capitán General de la isla de Cuba y se produjo una nueva forma para tratar a los ejércitos cubanos; es decir, la política de pacificación enarbolada por Martínez Campos.
En diciembre de 1876, se le ordena al mayor general Vicente García marchar a Las Villas, indicación que aceptó en principio, pero pide para llevarla a efecto, armas y hombres. Desde Las Tunas, salió con un buen contingente, pero muchos de aquellos soldados, conociendo de antemano la situación de aquel territorio comenzaron a desertar.
El gobierno había prometido a García, hombres y armas y al final no cumplieron esos ofrecimientos, no obstante el General cubano marchó hasta Santa Rita en Camagüey, por el camino se encontró con varios jefes que venían de Las Villas y le informaron que con esas fuerzas que él llevaba, era imposible pasar a Las Villas, datos que ofrecieron por escrito.
En Santa Rita acamparon las fuerzas de Vicente y allí se produjo un Movimiento político que se le imputa a Vicente García.
Aquel movimiento político de 1877, fue un pronunciamiento que lideró Charles Philibert Peissot, gran sargento de la Comuna de París, que había peleado al lado de Vicente García y había sido su confidente en Las Tunas bajo el seudónimo de Aristipo, y el venezolano José Miguel Barreto.
En Santa Rita, se trató de nombrar a Vicente García General en Jefe de los pronunciados, pero éste, que ya tenía las amargas experiencias de Lagunas de Varona, se negó a ese cargo y se retiró del escenario de los hechos, aunque estuvo al corriente de lo sucedido pues era informado diariamente de los acontecimientos.
Al referirse a Charles Philibert Peissot, en su Diario plantea, que es un individuo soñador, que quiere aplicar en Cuba reformas muy avanzadas, que no se ajustan a nuestras condiciones actuales, como en otros países. Recordemos que en Santa Rita se promulgaba una República Federal Social o Socialista y que en Cuba en ese momento como bien apunta Vicente García las condiciones no estaban creadas para tales transformaciones.
Cuando la Protesta de Baraguá junto al general Antonio Maceo escenificó la gloriosa epopeya, al no estar de acuerdo con una paz sin independencia para Cuba. El 14 de marzo, tuvo conferencia con el Titán de Bronce en la cual le dio sus puntos de vista para la entrevista que había de tener con el jefe español.
El general García estaba en el escenario de los hechos, su misión era muy concreta, cuidar aquellos montes cercanos, contaba un mayaricero que estuvo presente en la entrevista, que cuando Martínez Campos le dijo que ya García había entrado, Maceo le respondió con energía:
¡Quiere usted que le presente a García!, García está ahí en ese monte y de ese lado hay otra fuerza no más por si vienen con traición.
El 16 de marzo de 1878, es electo Vicente García General en Jefe de los ejércitos de la República y Maceo su segundo al mando. A partir de aquí la guerra se reanudó y el general García obtuvo varias victorias sobre el ejército enemigo tales como la de Pozo de Caimán, La Cucaracha, Parada, Vista Hermosa y otros.
Encontrándose Maceo en Nueva York, le hicieron una entrevista para el periódico «Las Novedades» el 12 de junio de 1878, donde el periodista le preguntó que cuál era el hombre más caracterizado que había dejado en Cuba a su salida. La respuesta fue definitoria: Vicente García, que es el jefe de las tropas cubanas. Y cuando lo interroga acerca del territorio en pie de lucha, respondió que desde el río Jobabo, hasta la Punta de Maisí. Es decir que Maceo tenía confianza en el cubano ilustre y en las huestes orientales que todavía estaban en pie de lucha cuando él había salido de Cuba.
Cuando la guerra no se pudo continuar por las condiciones existentes, las tropas de Vicente García capitularon con todos los honores militares el 6 de junio de 1878, fijando entre las bases para la deposición de las armas, la abolición de la esclavitud, entre otras. El I7 de junio se embarcó en el vapor «Guadalquivir», para Venezuela, estableciéndose en Río Chico, donde funda una cooperativa con sus hijos de armas y su familia. Allí permaneció colaborando en el nuevo estallido revolucionario, y lógicamente estaba previsto para la contienda del 95.
Por tal motivo le persiguieron los españoles y allí le asesinaron, según contó su hija María, con vidrio molido que le dieron en un plato de quimbombó, comida típica cubana que gustaba mucho al General y que le ofreció el espía español Ramón Dávila, con quien había hecho buena amistad en la cooperativa, sin saber que detrás de la falsa familiaridad se escondía la mano criminal.
E1 4 de marzo de 1886, dejó de existir el glorioso General cubano. De aquel triste momento escribió José Martí:
Allá, en un asilo infeliz, moría tiempos hace, en la rústica cama, un General de Cuba, rodeado de sus hijos de armas, y se alzó sobre el codo moribundo, no para hablarles de los intereses de la tierra, sino para legarles, con el último rayo de sus ojos, la obligación de pelear por su pueblo hasta verlo libre del extranjero que le odia y extermina.
En el Centenario por la Toma de Las Tunas, el Dr. Armando Hart Dávalos expresó:
…Él murió unido a la gran causa de los humildes de su tierra. Él murió unido a la causa de los pobres de Cuba, la causa de la independencia de la patria y de la abolición de la esclavitud.
Esta plaza y este monumento que se levanta en el corazón de su ciudad natal y el recuerdo imperecedero del pueblo cubano, es un tributo que la posteridad guarda a los que en tan adversas condiciones supieron enfrentar la muerte por defender e1 ideal de la independencia y la igualdad social entre los hombres.
General de Brigada Juan Fernández Ruz
Juan Fernández Ruz, nació en Las Tunas el 24 de junio de 1821. No se conocen en la actualidad datos suficientes de su descendencia familiar, pero todo parece indicar que la familia se estableció siendo él muy joven aun en la comarca de Manzanillo, donde, adolescente todavía, entró en contacto con los revolucionarios de aquella localidad y consciente de que era necesario un rompimiento con España, se levantó en armas antes del 4 de octubre de 1868 en los montes de La Esperanza en la localidad manzanillera, junto al patriota Ángel Maestre.
En su alocución a los cubanos reunidos en El Mijial, el 4 de octubre de 1868, Vicente García aludió a que se encontraban alzados ya, en Holguín Luis Figueredo, Rubalcava y Ortuño en Las Tunas, y en Manzanillo Ángel Maestre y Juan Fernández Ruz.
El 6 de octubre de 1868, como consecuencia de la reunión de EI Mijial se realiza la de El Rosario, en la cual participa Juan Fernández Ruz. En esta reunión se apoyó el planteamiento de Vicente García de levantarse el día 14 de ese mismo mes.
Juan Fernández Ruz y Ángel Maestre, dos de los impacientes de Manzanillo se adelantaron a Céspedes según testimonios de Eladio Aguilera Rojas en su obra Francisco Vicente Aguilera y la Guerra de los Diez Años cuando anotó:
…Como a las diez de la mañana del 9 de octubre llegaron Juan Ruz y Ángel Maestre, con una fuerza, llevando dos comerciantes españoles prisioneros detenidos en el camino de Bayamo a Manzanillo…
El 19 de octubre, ya Céspedes estaba levantado en armas, al respecto anotó Eladio Aguilera:
…A las 8 de la noche salió Céspedes acompañado de Bartolomé Mazó y dos hermanos de éste: Rafael e Isaías, Juan Hall, Juan Ruz, Ángel Maestre, Manuel Calvar (Titá), Emiliano Tamayo y unos 130 hombres…
Por la mañana del 12 de octubre, los sublevados llegaron a Nagua. Marcano comenzó la organización de las fuerzas, dividiéndolas por compañías y nombrando para capitán y teniente de la primera a Francisco y Tomás Martínez, respectivamente, para la segunda a Juan Fernández Ruz y José García y así se nombraron 7 compañías. En Nagua permanecieron hasta la tarde del día 14, en que emprendieron marcha hacia Barranca.
La opinión de Marcano era marchar a Bayamo y atacar la ciudad, pero Céspedes aconsejó prudencia pues todavía no había llegado el momento oportuno. Fernández Ruz despuntaba como hombre de confianza, lo que queda demostrado en esta cita de Eladio Aguilera:
…Algunas horas después de haber acampado en Barranca (sic), Céspedes llamó a Juan Ruz, capitán de la segunda compañía y le dio instrucciones reservadas. Ruz salió inmediatamente con su tropa y al llegar a la sabaneta de El Dorado, vieron venir una fuerza española. Continuaron la marcha a cierta distancia, Ruz hizo alto y dio instrucciones a su teniente Garcés de que, si dentro de cinco minutos no volvía cargara con su fuerza a la enemiga…
Juan Ruz se encaminó hasta cerca de la columna que se acercaba y un soldado de la fila se adelantó al encuentro. El soldado le dio el alto de quién vive y Ruz con voz atronadora respondió: -¡Cuba libre! El soldado lo interpeló para preguntarle ¿Qué Cuba libre es esa? – y Ruz desafiante le replicó- Cuba libre e independiente. El interlocutor hizo dar media vuelta a su caballo, se dirigió a los suyos y con voz fuerte expresó:
...Compañeros esos que tenemos enfrente son nuestros hermanos. Ellos quieren a Cuba libre e independiente. ¿Podemos nosotros combatirlos? No, pongámonos a su lado, luchemos todos por la libertad e independencia de nuestra patria. Démosle el abrazo de hermanos…
Ruz y el joven se fundieron en un abrazo y juntos fueron al campamento de Céspedes en Barranca. Este jefe contrario a que nos hemos referido era Manuel Tornes, natural de Bayamo y capitán de milicias de esa localidad. Desde entonces fue fiel a la causa de Cuba.
Juan Ruz, participó con estoicismo en el asalto y toma de Bayamo, y a partir de este momento no cejó un momento en la independencia de Cuba, después de iluminar su rostro con las llamas heroicas de la ciudad antorcha el 19 de enero de 1869. Formando parte de las tropas de Oriente en 1874, Calixto García le ordenó asaltar el poblado de laguna Blanca a dos leguas de Bayamo con el objetivo de tomarle provisiones al enemigo. Por esa época Ruz mandaba la brigada de Guantánamo. Ante la crítica situación del combate, donde Limbano Sánchez fue herido, Ruz llegó a tiempo para ordenar una retirada y salvar la situación.
En 1874, el gobierno hizo ciertos cambios de tropas que afectaban a Ruz. De ello nos cita en La Revolución de Yara Fernando Figueredo:
…El Gobierno hizo permutar en sus respectivos cargos a los jefes de las Brigadas de Guantánamo y Bayamo, brigadier Juan Ruz y el coronel Leonardo Mármol…
La labor de Ruz en Bayamo fue digna de encomio y se hizo respetar y querer de aquellas fuerzas legendarias.
El 16 de febrero de 1875 salió desde Bayamo un enorme convoy bien cargado de armas, municiones y comida. El 18 apareció el mismo en el cual Juan Ruz desempeñó un importante papel y todo el cargamento quedó en manos de los cubanos. De este momento Figueredo Socarrás anotó:
…Fuerzas de Bayamo mandadas por el brigadier Ruz, corrieron a interceptar la vanguardia para evitar apoyo de ese lado, pero Meranjes, aconsejado por algunos paisanos que marchaban con el convoy, huyó hacia Bayamo dejando por detrás el centro y la retaguardia que fueron macheteadas por los nuestros. Todo el convoy quedó en poder del general Vicente García.
Este gran convoy fue el de Punta Gorda, el más grande capturado a los españoles durante la Guerra de los Diez Años y que estuvo en acción bajo las órdenes de El León de Santa Rita. En los días álgidos de Baraguá, Juan Fernández Ruz se mantuvo al lado de Vicente García y Antonio Maceo, quienes no aceptaron para Cuba el bochornoso Pacto del Zanjón. Como otros tantos jefes insurrectos, Fernández Ruz marchó al exilio, con la convicción del retorno para concluir la obra que estaba ya empeñada.
Con su acostumbrado patriotismo se enroló en la Guerra Chiquita, engañado, es hecho prisionero en 1879 y conducido a España en calidad de deportado político. Estuvo en Cádiz y después se trasladó á Barcelona donde se estableció hasta mediados del 1887, fecha en la cual se trasladó a Cayo Hueso. Cuando Martí se encontraba enfrascado en la preparación de la Guerra Necesaria en su labor de unir a los pinos nuevos con los pinos viejos, en carta a Fernández Ruz, le manifestó en contestación a una que Ruz le había escrito antes.
…De ese desinterés y decisión; de ese sensato y desapasionado conocimiento de nuestros problemas y de la realidad del país, deben ir armados todos los que aspiren a distinguirse en su servicio. Sé por los amigos de usted que lo son míos, lo que usted vale en la guerra, y vería con dolor que por imprudencia o error de cálculo se pusiera en camino de malograrse hombre tan útil.
Juan Fernández Ruz tenía en proyecto armar una expedición y trasladarse a Cuba de inmediato, pero Martí vio en ello un esfuerzo estéril y por eso aconsejó al viejo roble en esos términos. El maestro sabía que aun las condiciones no habían madurado lo suficiente. Más adelante en la propia carta le manifiesta:
¡Si yo pudiese ver a usted aquí y hablarle sobre todo lo que ese fin (se refiere Martí al proyecto de la lucha de Cuba) ajustando sus heroicos deseos a los de nuestra tierra se podría hacer, se puede hacer, es urgente ya hacer, si hemos de servirla de un modo digno de ella!
El maestro, que conocía las dotes de Ruz como jefe, le manifiesta en la citada misiva:
…Prepárese, pero no para hoy, porque no tiene derecho de exponerse a perecer sin fruto uno de los que con más justicia está llamado mañana a guiar.
Y ante estas ideas de Martí, Juan Fernández Ruz desistió del plan inmediato de invasión a Cuba.
El 9 de noviembre de 1887 en carta a Serafín Bello, Martí le dice:
…En estos días en que todo parece obligar a los cubanos a pensar detenidamente en la mejor manera de ejercer un influjo activo en los asuntos de la patria, he recibido, a la vez que otras insinuaciones y noticias de importancia verdadera, una patriótica carta del señor Juan Ruz, en que se sirve pedirme opinión sobre el modo práctico de poner en acción nuestras esperanzas de ver a Cuba libre y redimida. Después de esta carta llegó a Nueva York el señor Ruz que renueva con honrosa modestia, su deseo de conocer nuestras opiniones…
En esta carta a José Dolores Poyo, Martí le acentúa regocijado:
…Me había propuesto hablarle a usted de la grata impresión que dejó en mi ánimo la energía, templada de sensatez, del señor Juan Ruz. Y el gusto con que vi surgir de su oportuna visita resultados que ya se hacían desear…
Desde Key West, el l0 de octubre de 1887, Juan Fernández Ruz le escribió a José Martí:
…Con placer, como siempre he recibido su atenta carta de fecha 5 del presente mes y excusado es el decirle que tanto ella como la que usted dirige a Saladrigas, llevan más a mi ánimo el convencimiento profundo de que a nuestra empresa le resta poco tiempo para desarrollarse y de que las barreras que a su paso se opongan serán fáciles de saltar, siempre que nos guíe un espíritu recto y lleno de fe.
Y más adelante en tono poético nacido de lo profundo de su patriotismo escribe Ruz:
…A caballo me decís. Impaciente me hallo yo por llevar al terreno de la práctica nuestras teorías, impaciente estoy por hallarme en Cuba con las manos puestas a la obra, pues no de otro modo creo posible acabar de dar constancia al edificio que levantamos y al cual debemos llevar los mejores materiales para que no se nos derrumbe aplastándonos en su caída.
El 10 de diciembre de 1887, en carta de Francisco Segura a José Martí cita:
( …) Comienzo por manifestar a usted que se ha formado un nuevo club con el título de Juan Ruz en el cual figuran algunos patriotas de reconocida constancia entre los cuajes se halla el infatigable Martín Delgado…
…El sólo anuncio de nuestra correspondencia con Ruz, vuestra carta y acta leídas aquí en la reunión de allá, ha despertado el sentimiento de la patria en los que conocen sus documentos, lo que me prueba que os aprecia el pueblo cubano y es seguro que un día no lejano, seréis de suma importancia para los destinos de Cuba.
Juan Fernández Ruz era patriota de gran prestigio entre los emigrantes y constituía una guía importante para los planes de la independencia de Cuba.
En carta de AL. Peoli a José Martí le dice con entusiasmo:
Tan llenos de fe están aquí los cubanos, que si quisiera se podrían recoger miles de pesos, pero no se hará esto porque Ruz no lo permitirá, pues ya lo dijo el otro día en una reunión a donde se le ofrecieron los recursos, pero él dignamente dijo que no, que a él les sobraban. Con esta acción ha acabado de reanimar al pueblo, y se ha elevado hasta donde pocos de nuestros jefes lo han hecho.
Ante la imposibilidad de venir a Cuba, el viejo seguidor de las ideas nobles, retorna a Barcelona. Allí se encontraba cuando conoció del nuevo estallido revolucionario. No anduvo reparando en su avanzada edad, pues su espíritu juvenil se confortaba en su amor por Cuba y de inmediato se trasladó a París y de aquí a New York, donde se incorporó al Estado Mayor del general Calixto García que condujo a las costas cubanas la expedición de Hawkins, fracasada al hundirse la embarcación cerca de las costas norteamericanas.
El cubano ilustre, trató de organizar una expedición mediante la ayuda de un paisano rico residente en Estados Unidos el cual se deshizo del compromiso cuando ya todo marchaba tras ingentes esfuerzos. Con sus propios fondos el General cubano pudo financiar la empresa.
La primera odisea fue su salida de las costas americanas a bordo del vapor Laurada, burlando la vigilancia de los agentes contratados por España, denominados Pinkerton, quienes seguían los pasos por doquier con la finalidad de formular la denuncia oportunamente. El Laurada ya viajaba con proa libertaria hacia las montañas de Oriente y en mayo de 1896, llegaron los expedicionarios a las costas de Nuevitas. Ruz, fue de los primeros en poner pie a tierra con una parte de la preciosa carga, la cual no pudo desembarcar totalmente, debido a que en el horizonte apareció una columna de humo y al pensar el capitán del vapor, que era un cañonero español se dio a la fuga. Emprendió marcha hacia el interior de la región camagüeyana y al no existir plazas vacantes para su rango militar, pasó para la región de Matanzas, donde realizó diversas operaciones.
El 19 de noviembre de 1896, libra, en unión del coronel Matilde Ortega, un furioso combate contra los españoles dirigidos por el coronel Ambel, en Raíl de Jobo, al día siguiente vuelve a combatir contra el mismo jefe enemigo en Aragón. Los cubanos registraron en ambas ocasiones siete muertes mientras los españoles sólo tuvieron un muerto y once heridos.
Allí en Raíz de Jobo, a los 75 años de edad, cerca de Manguito de Matanzas, la vida le reservó la sorpresa de morir, no precisamente por las balas del enemigo las que había desafiado en cientos de ocasiones, sino producto de una hemorragia cerebral, el 22 de diciembre de 1896.
Sus hijos de armas, llevaron al valiente cubano y con los honores de general muerto en campaña, fue enterrado en el cementerio del poblado de Amarillas, donde hoy reposan sus restos.
General José Sacramento León Rivero (Payito)
Nació en 1848, en la ciudad de Las Tunas y desde pequeño vivió las ignominias del coloniaje español. Sus padres fueron don Lucas León y doña Rosario Rivero, quienes tenían una posición económica desahogada.
Payito como todos le decían cariñosamente, cursó la educación primaria en su villa natal y fue su sueño siempre el oficio de la carpintería, inclinación que no era bien vista por sus progenitores quienes deseaban para el hijo una carrera de mayor alcurnia, pero el joven, rebelde desde muchacho, lo aprendió y ejerció con profundo amor.
Con las energías de sus 20 años e inconforme con el régimen imperante, al estallar la Guerra del 68, cambió los instrumentos de labor y empuñó el machete para luchar por la independencia de Cuba.
En el campamento Hormiguero, se incorporó a Vicente García y por sus dotes de firmeza y su resolución ante cada circunstancia el general tunero lo incorporó a su escolta en la que rápidamente ganó un escaño como oficial.
Cuando el asalto a la ciudad el13 de octubre de 1868, el papel de Payito se hizo sentir, así como en los combates sucesivos que se desarrollaron contra los españoles. Estuvo en las más riesgosas operaciones militares y pronto afloraron en él las cualidades del guerrero sin par, dotes que no fueron desapercibidas por Vicente García. En el combate de Becerra el 7 de junio de 1869, demostró sus condiciones militares, al igual que en la de Río Abajo y La Zanja. Su machete y su fusil aportaron resonantes victorias en Río Blanco y Santa Rita y su astucia se evidenció en el asalto a la ciudad tunera en 1869.
En 1872 ya era un militar de experiencia y había merecido los grados de capitán. En su Diario de campaña anotó Vicente García. «Se encargó al capitán José Sacramento León del mando del segundo Batallón (16) en virtud de mayor antigüedad y por fallecimiento del comandante Manuel Cruz (17) y el 16 de diciembre del propio año fue ascendido por Céspedes a comandante.
En 1874, se produjo una insubordinación de Payito León en contra de Calixto García, dada fundamentalmente porque se rumoró que éste, correría la misma suerte que el comandante Pedro Ignacio Castellanos que había aparecido pasado a cuchillos en su hamaca.
Vicente García que desempeñaba la Cartera de la Guerra en el gobierno de Salvador Cisneros, pidió para cumplir la orden que se le había dado de hacer entrar en razones a las fuerzas de Las Tunas la autoridad necesaria y las fuerzas, cuestión que le es denegada. De este hecho analizó en su Diario de Operaciones:
…He trabajado y trabajo porque esta fuerza vuelva a su territorio… pero se me ha negado y niega cuando así lo ha aconsejado siempre el estado de disciplina en que se encuentra el Ejército para evitar los perjuicios que le están tocando, por estimar como soldados disciplinados a los nuestros, siendo así que no pagándoles, no dándoles ropa ni alimento de un modo regular, no puede exigírsele esa exactitud ni ha habido tiempo hábil de ejercitar la disciplina y acostumbrar a ella a nuestro Ejército. Esto es más de patriotas que de soldados y tal circunstancia es lo que le hace superior a la del ejército español. (18).
Más adelante analizó García
La Cámara por si mandó ayer en comisión al diputado comandante Aguilar, cerca del teniente coronel León, parece que a llevarle nuevas exhortaciones (19).
García continúa su análisis de la situación encaminado a que León ha tenido una entrevista con Ricardo Céspedes, sobrino del ex-presidente Carlos Manuel quien en relación con otros jefes y los miembros de la organización secreta «los hermanos del silencio» que preside el ex-ministro Cepedista Dr. Miguel Bravo Santiés, con el objetivo de calorizar la rebelión de León para derrocar a la actual Cámara presidida por Cisneros y reponer al primer presidente de la República en Armas. Desde luego todos estos pasos se están dando a espaldas de Carlos Manuel de Céspedes.
Luego Vicente anotó en su Diario refiriéndose al proyectado movimiento y la muerte de Céspedes:
…Este murió y quedó en suspenso el proyecto, siendo víctima el teniente coronel León. Hay odios entre el general Calixto García, a quien le quedaría también tumbar y bien puede suceder que continúe este proyecto bajo otra bandera después de muerto Carlos Manuel y que una nueva sedición sea la causa de no haberse presentado aun el coronel León {20)
En carta a Payito, Vicente García le comunicaba:
…Si aun me consideran ustedes como el hombre patriota, como el padre que siempre se ha interesado en su felicidad, sigan mis consejos en caminados a su bien y el de nuestra querida Cuba: abandonen el camino de la perdición a que se han lanzado y no den por más tiempo el espectáculo triste de permanecer alejados de sus compañeros, mientras que estos combaten a los enemigos de la patria… (21).
El 5 de mayo, se presentó Payito León al Gobierno con 50 hombres de Las Tunas explicando que causas ajenas a su voluntad le habían impedido presentarse, manifestando no haberse separado nunca de la obediencia y respeto al Gobierno. Reiteró como únicas causas de su separación de la obediencia al general Calixto García los desórdenes y abusos, y los impunes asesinatos cometidos allí que dejaban sin garantías legales a todos los ciudadanos. Payito fue sometido a Consejo de Guerra y éste lo absolvió, exonerándolo de sus responsabilidades en los cargos que se le hacían por insubordinación y volvió a su puesto junto al mayor general Vicente García, quien ostentaba la jefatura de Oriente ante la caída de Calixto García en manos españolas.
El 29 de septiembre de 1874, el teniente coronel León, recibió órdenes de Vicente García de extraer ganado de los depósitos del enemigo en Las Tunas, acción que desarrolló con 20 jinetes escogidos. Capturó 23 vacunos y tres mulos, no obstante recibió una grave herida en la ingle en la refriega contra el enemigo.
Durante el año 1875, realizó diversas acciones entre las que se destaca la toma del convoy de Punta Gorda desarrollada el 18 de febrero de este año donde le quitaron al enemigo 35 carretas cargadas y todo tipo de efectos comestibles, de guerra y de sanidad, 125 yuntas de bueyes, 200 cabalgaduras, etc. Le hicieron al enemigo más de 130 muertos y un numeroso grupo de prisioneros.
El 23 de septiembre de 1876, participó en el asalto y toma de Las Tunas, dirigido por el mayor general Vicente García, acción en la que se destacó al tomar por asalto y tras ruidoso combate el Fuerte principal de la Plaza de Armas. Mantuvo la posición después de tomarla y trasladó todos los efectivos militares obtenidos a la columna de reserva tal y como estaba previsto.
El 7 de julio de 1877, sostuvo un intenso combate contra los españoles en Las Mercedes, en el cual cayó heroicamente el capitán Charles Philibert Peissot, Aristipo, para la inteligencia militar mambisa hasta septiembre de 1876.
EI 24 de agosto del propio año recibió una carta del entonces comandante Julián Santana, donde le manifestó el estado en que se encontraban las fuerzas cubanas a su mando. En uno de los párrafos le decía:
…La mayor parte de la gente; está enferma, por cuya razón he resuelto quedarme, pues de no ser así, de seguro las que permanecieran en estos lugares al volver la encontraríamos en los ranchos y será doble trabajo… (22)
Cuando la Protesta de Baraguá, junto a Vicente García, forma parte de los hombres de la dignidad, que en un intento supremo por salvar la Revolución, se colocaron al lado de Antonio Maceo para continuar la lucha por la independencia de Cuba y el 7 de junio de 1878 a bordo del vapor Guadalquivir se fue a Venezuela al lado de su jefe para desde allí continuar la lucha por la redención cubana. El coronel Payito León por sus destacadas acciones militares debió ser ascendido a brigadier a finales de mayo de 1878 y con este grado pasó al exilio, pues el general Modesto Fonseca en su Diario anotó el 12 de julio del referido año:
…El general Payito, Sardá y yo con cuatro sirvientes salimos de la Guaira -en coches- a las cuatro de la tarde, pernoctando en Guaracarumbo, mitad de la distancia de Caracas (23).
El 16 se hospedaron en el hotel El León de Oro, en Caracas y allí permanecieron hasta que se establecieron en Río Chico el 21 de julio de 1878. En el exilio le fue seguido un riguroso proceso secreto por la inteligencia militar española debido a su participación en la preparación de la nueva contienda.
El 2 de febrero de 1880, el Viceconsulado de España en San Thomas informaba al Capitán General de la isla de Cuba:
…En el vapor Manuelita y María, que sale en el día de hoy desde este puerto, embarca con destino a Nuevitas el brigadier capitulado don Sacramento León que formó parte de la partida de Vicente García (24).
El 14 del propio mes y año en otro informe reservado se manifestaba:
…He recibido el respetable escrito del 6 actual por el que previene de orden del Excelentísimo. Gobernador General sea vigilado secretamente don Sacramento León, habiendo dictado las órdenes oportunas al objeto inmediato… (25).
Días después, es decir el 19 del propio mes y año, las autoridades españolas en Puerto Príncipe rendían cuenta al Capitán General:
…Eximo. señor: Las mismas razones que me indujeron ayer a rogar a V.E. ordenasen que por la policía se indagase el paradero de don Rafael Pérez Martínez y se le redujese a prisión en uno de los fuertes que guarnecen esta plaza, donde deberá quedar a disposición del Gobierno General, me inducen hoy a solicitar de V.E. se haga extensiva dicha orden a don José Sacramento León, cabecilla que fue en la anterior campaña y que se encuentra en igualdad de circunstancias que el citado Martínez, el cual si no ha llegado a esta plaza, debe encontrarse próximo a su arribo procedente de los Estados Unidos de América, según aviso del señor Capitán General (26).
El 21 de febrero, el Vice-Consulado de San Thomas, en comunicación al Capitán General de la isla de Cuba le rendía cuentas de su disposición para deportar a la península a Sacramento León, lo cual fue comunicado a Puerto Príncipe para que Payito fuese detenido (27).
Más adelante hizo constar Emilio Camejo, firmante del informe que en cuanto fueran reducidos a prisión Martínez y León, serían deportados a la península por ser inconvenientes al Gobierno.
La actividad desplegada por Payito León, durante este período fue intensa, incluso rechazó la jugosa propuesta que le hiciera el entonces presidente de Venezuela general Guzmán Blanco, de integrar el ejército de aquella nación, pues según él, «pelear por la opresión de aquel pueblo era desdeñar de su condición de patriota».
Aun abiertas las heridas sufridas en la guerra de Cuba, y especialmente la sufrida en 1874, cuando fue comisionado por Vicente García para extraer ganado al enemigo, sufría en su corazón la tristeza de no poder ver libre a s patria y en 1884, burlando la inteligencia española retornó a La Habana, estableciéndose en la barriada Puentes Grandes donde murió el 28 de marzo de este año, a consecuencia de los abatares sufridos en la larga contienda de la Guerra Grande cuando sólo contaba 36 años.
General Francisco Vega Espinosa
Nació este cubano, el 4 de octubre de 1834, en la jurisdicción de Majibacoa. Sus padres de origen campesino eran Francisco Vega y Soledad Espinosa. Cuando apenas contaba con 9 años murió su padre y habituado a las rudas labores del campo, cuando cumplió los 18 años se inició en la administración de la hacienda Aimiquiabo, cargo que desempeñó durante 7 años.
Ya con 25 años pasó a la administración de la hacienda Muñoz, cerca de Las Arenas, propiedad del licenciado Manuel Deciderio Estrada. Estas fértiles tierras eran propicias para el ganado, el cual se desarrollaba aquí por extensión y era una labor en la cual Pancho Vega, tenía ya gran experiencia acumulada desde la niñez que jamás logró disfrutar.
Una de las mejores dotaciones de ganado vacuno eran las de Muñoz, según apuntes de Máximo Gómez el 4 de octubre de 1868. Asistió Vega a la Junta de Sabanas, cercas de El Mijial, donde se trató de fijar el día para el levantamiento revolucionario contra España.
El 5 de octubre se desarrolló la Junta en la finca Buena Vista, cercana a Bayamo, propiedad de Jaime Figueredo y donde se ratificó la fecha del alzamiento dada por Vicente García en la reunión de El Mijial, o Sabanas, según los diferentes criterios, para el 14 de octubre de 1 868.
El 12 por la noche, Vega ya tenía 300 hombres sobre las armas, de ellos una parte de la finca Muñoz y la otra en Limones. En la madrugada del 13 marchó Pancho a La Resignación, a media legua de Las Tunas, donde se encontraba Rubalcava y Ramón Ortuño, con el objetivo de asaltar a la ciudad para iniciar la Guerra de los Diez Años.
Según anotó Gómez, en apuntes sobre Francisco Vega, en aquella mañana de octubre los cubanos contaban con 1400 hombres armados de machetes, garrotes, pistolas, fusiles y escopetas de caza.
Este día, Vega pasó al improvisado campamento de El Hormiguero a media legua de Las Tunas, ubicándose al día siguiente en La Resignación, haciéndole fuego desde allí a una columna enemiga que desde Manatí se dirigía a Las Tunas.
El 30 y 31 de octubre se batió contra el batallón de San Quintín que procedente de Holguín se dirigía hacia Las Tunas. Su cuartel lo estableció en Las Arenas y allí junto a sus pequeños hijos Modesto y Francisco de 12 y 13 años, respectivamente, no se limitó a enfrentarse al coloniaje, sino que además adiestró en el combate a los jóvenes cachorros.
En el enfrentamiento a San Quintín, quien traía 700 hombres bien armados, contra 25 armas largas que tenían los cubanos, Vega puso en práctica su astucia de buen guajiro y al contar con el itinerario del jefe español Eugenio Loño, le colocó en el camino 200 colmenas, de modo que al chocar con aquel ejército apícola enfurecido, fueron a la carga, desordenando de momento al enorme cuadro español, instante que aprovechó Vega para hacerle fuego y causarle considerables daños al taimado jefe enemigo. No obstante, dada la superioridad numérica, el jefe español ocupó el caserío de Las Arenas, que servía de campamento a los cubanos. A los tres días siguientes se retiraron los españoles y Vega ocupó nuevamente su puesto en el caserío de Las Arenas. En esta zona hostigó con denuedo a la Creciente de Valmaseda, cuando en tránsito para Bayamo pasó con su gran columna de tres mil hombres, incorporándose el jefe tunero al general Modesto Díaz para batir la columna Valmasediana en El Salado. El 7 de enero de 1869, Vega se enfrentó a don Vías de Billete en El Saladillo por su retaguardia, mientras el general Donato Mármol lo hacía a la vanguardia, pasando después de esta acción a Cauto Embarcadero, para unirse al general Díaz e irse a Los Arroyos, donde había situado Mármol su Cuartel General, marchando de inmediato al frente de 200 hombres a reunirse con el grueso de las fuerzas que se batían contra Balmaceda que se encontraban en el caserío de Cauto el Paso. El combate duró dos días consecutivos, en el cual los cubanos le impidieron al enemigo que cruzara el río. El 20 del propio mes y año logró el jefe español cruzar el Cauto, coronado por las llamas.
La campaña de Vega en la zona de Bayamo duró un mes aproximadamente, dejando en su campamento de Las Arenas a Víctor Durañona con la mayor parte de sus hombres armados de machetes y unos 600 fusiles y escopetas.
Participó Vega en el combate de Río Blanco el 19 de abril de 1869, donde le hicieron al enemigo más de 150 bajas. El 7 de julio del propio año, participó en el combate de Becerra, en el cual se batió con su bravura habitual y donde le hicieron más de 250 bajas al enemigo entre muertos y heridos. La columna española se componía de 600 hombres y quedó en poder de los cubanos un convoy con cuatro carretas cargadas, conteniendo arroz, mascabado, galletas y pertrechos de guerra. Debido a la lluvia que le había caído, apenas los cubanos pudieron aprovecharlos. Le fueron ocupadas al enemigo más de 30 carabinas y 14 yuntas de bueyes.
El 27 de julio, con unos 50 hombres, Vega se acercó a Las Tunas y tropezó con una gruesa: columna enemiga conduciendo ganado a la ciudad, a la cual cargó con tanto ímpetu durante media hora que abandonaron el ganado y algunas cabalgaduras, retirándose con bajas de consideración. En este combate fue herido de gravedad Vega en un costado y una pierna. Quedó en manos insurrectas todo el vacuno.
Cuando el general Manuel de Quesada, asaltó Las Tunas el 16 de agosto de 1869, Vega entró a la ciudad como a las cuatro y media de la mañana, apoderándose del depósito de ganado destinados al consumo, sitio donde fue asediado por los españoles con los cuales trabó combate cuerpo a cuerpo utilizando el arma blanca. Ante el empuje enemigo, el indio bravo, que así llamaban a Vega, se creció, y tras enorme esfuerzo le hizo considerables estragos. En esta acción fue herido y tuvo que lamentar la pérdida de dos de sus oficiales más distinguidos, los capitanes Raúl Batista y Lucas Ortíz.
En 1870, apoyó decisivamente las acciones del general Peralta en la zona de Majibacoa, donde brilló como siempre su estirpe legendaria.
Por su destacada ejecutoria en febrero de este año le fue concebido el ascenso a coronel del Ejército libertador, encargándole el mayor general Vicente García la jefatura de la zona oriental del Distrito de las Tunas, comprendidas las prefecturas de Cabaniguán y las Arenas. Una de sus acciones relevantes fue la acción de Guamutas, en la prefectura de Cabaniguán hecho en el cual perdió al capitán Domingo Contreras y el propio Vega corrió el riesgo de caer en manos de enemigo ante la osadía conque desarrolló la acción. El 8 de marzo de 1870, sostuvo un ruidoso combate en El Jabanés, prefectura de las Arenas, hostilizando a la fuerza española durante dos leguas hasta la sabana de la Bermeja. El enemigo tuvo numerosas bajas. En esta acción fue herido de muerte el comandante Zamora, y el teniente Juan Urquiza fue herido en una pierna. El 14 de este propio mes y año se batió contra una columna española en la Candelaria de Unique. El enemigo se parapetó en la casa del Batey; no obstante no pudo resistir los embates de las tropas de Francisco Vega, a la cual le disparó el jefe español 16 cañonazos para luego retirarse a su campamento de El Guamo. En esta ocasión murieron los cubanos: teniente Jesús Estrada y el sargento Agapito Aguilera.
A partir de este momento, Vega tuvo que abandonar el campamento de las Arenas, debido a la presencia de gruesas columnas españolas que se establecieron allí.
A finales de abril batió a una fuerte columna española que se dirigía a Bayamo, quedando en manos cubanas un cuantioso cargamento de frazadas, zapatos, alimentos, etc. ya principios de julio con algunas compañías de la División de Bayamo, destrozó a una columna enemiga. El fuego comenzó en Caimito y fue perseguida hasta las inmediaciones de las Tunas, dejando en el camino numerosos cadáveres y la flagrante huella de la derrota.
A mediados de julio salió de El Guamo una columna española con 500 hombres con el objetivo de sorprender familias cubanas y llevarlas a sus campamentos, enterado Vega, salió con 60 de sus avispas, dándole alcance en la hacienda la Aguada, cayó sorpresivamente sobre el enemigo, lo hizo dispersarse de momento. Reorganizados los contrarios se trabó combate que duró casi todo el día, donde los españoles galantearon todo, el tiempo con su artillería. Al siguiente día con los primeros claros del amanecer el enemigo se marchó tomando por caminos extraviados hacia El Guamo dejando varias sepulturas, teniéndose en cuenta que en cada una enterraban varios muertos. En su retirada los españoles dieron muerte a dos vecinos sorprendidos en sus propias casas el anciano Manuel Vega, tío del brigadier Pancho Vega a quien le descargaron catorce machetazos, el otro fue Francisco Esteban Tamayo, de origen bayamés quien por su enfermedad, jamás había podido empuñar un arma.
En febrero de 1871, en Cuatro Caminos del Caimito, se enfrentó el brigadier Francisco Vega contra una columna española. En la parte más álgida de la lucha cayó herido Panchito Vega, hijo del General, de sólo 16 años de edad, cuando el capitán Carlos Ortíz intentó rescatarlo, cayó abatido por las balas. En ese momento el enemigo intentó tomar prisionero al hijo del valiente jefe cubano, y éste al ver ese movimiento, con un reducido grupo de hombres, se lanzó en peligrosa carga describiendo círculos con su machete, dejando tras sí enemigos trucidados y por fin llegó donde estaba su pequeño retoño lo rescató casi de entre los españoles, lo montó al anca de su caballo y a fuerza de machete salió ileso de aquella embestida que pudo haberle costado la vida, pero las balas españolas lo respetaron una vez más. El oficial caído también fue evacuado por los cubanos. Como consecuencia de esta acción los españoles colocaron un Fuerte a un cuarto de legua de la Guanábana, sitio donde Vega tenía ubicado su Cuartel General desde hacía varios meses.
En este lugar fue atacado el Brigadier por más de mil efectivos militares el cual con sus 300 hombres supo mantenerse firme en aquel campamento central, aun cuando los españoles habían fijado su campamento en El Caimito, Vega mantuvo el suyo en la Guanábana durante unos tres meses, hasta abril que al agotársele la fuente de abasto de agua para beber tuvo que moverse a sitio más seguro. En el mes de marzo sorprendió a una fuerza enemiga que llevaba la correspondencia a las Tunas desde El Guamo, quedando en poder de los cubanos: un prisionero, 6 rifles y 6 cananas llenas de municiones.
Al siguiente día salió de nuevo una fuerza más numerosa con la correspondencia hacia la Tunas, pero enterado Vega, se apostó con 80 hombres en el sitio llamado Cayo Redondo, asaltándolos por sorpresa, a pesar del valor con que se defendió el enemigo, las Avispas de Vega, los hicieron dispersarse, dejando 11 muertos incluyendo al jefe, y numerosos heridos, muchos de los cuales perecieron en los espesos breñales. Le hicieron un prisionero, ocuparon toda la correspondencia y 12 rifles con sus cananas repletas de parque. Seis días después se batió Vega, contra una columna de 200 hombres entre las. Arenas y Las Tunas, concentrándose el fuego en la sabana de Muñoz, huyeron los contrarios luego de combatir durante dos horas.
El 29 de abril de 1871, le escribió Carlos Manuel de Céspedes, desde San Diego de Buena Ventura en los siguientes términos:
…Tengo la mayor complacencia en saber por el clamor público la frecuencia e importancia de sus triunfos conquistados en combates con nuestros enemigos, cada rato llega a mi conocimiento uno de esos encuentros afortunados en que su valor y entusiasmo se sobreponen a la ventaja numérica y a la disciplina de las tropas españolas y tengo una verdadera satisfacción no sólo porque redunda en provecho de la patria sino porque alcance usted una página esclarecida en la historia y la gratitud de sus ciudadanos. (32)
En otra misiva, fechada en El Bejuco, el 18 de octubre del propio año, el Presidente de la República le manifiesta que celebra en lo que vale el celo conque cumple su trabajo y le puntualiza: «este Gobierno regala a la fuerza de usted las armas que por allá quedaron de su escolta» (33) y los pertrechos hallados por usted en el Serón que apareció por aquellos lugares para que los emplee en matar soldados españoles como sabe usted hacerlo» (34).
El 21 de junio del año de referencia, desembarcó por Punta Turquino, una de las expediciones del Virginius, procedente de puerto Cabello en Venezuela, al frente de la cual venía el general Rafael de Quesada. En la misma venían 60 venezolanos simpatizantes de la causa cubana y 6 cubanos.
El cargamento consistía en armas y pertrechos para las mismas y 50 burros para las acémilas, razón por la cual todos denominaron a este viaje como la «Expedición de los Burros».
La misión de custodiar el cargamento expedicionario hasta su destino en Camagüey, le fue confiada al brigadier Pancho Vega, el cual chocó en Santa Ana del Yeo (35), con una guerrilla española. El combate se generalizó por la extensa sabana y la guerrilla que procedía del campamento español ubicado en Ciego de Loreto, se batió con denuedo. Vega, con su bravura acostumbrada, se puso al frente de la acción y con derroche de valor defendió su preciado convoy, no obstante una bala enemiga le perforó un ojo dejándolo ciego. Esto no impidió que continuase el combate y salvara el cargamento que tanto necesitaba el mambisado.
El gobierno de la República en Armas le dio todas las facilidades para que pasase a curarse al extranjero, pero cuando se disponía a hacerlo, una tormenta lo arrojó nuevamente a las costas cubanas y no quiso intentarlo de nuevo, recluyéndose en Fray Benito, Holguín, en un bohío junto a su familia con su segunda esposa Margarita Urquiza y seis hijos. Allí fue sorprendido por una guerrilla española guiada por malos cubanos.
Ciego y con la nostalgia de no poder servir a la patria a pesar de sus 40 años, el indio bravo hizo huir a su familia a lo intrincado del monte y con un machete en bandolera, como si recordara sus momentos álgidos en Las Tunas, La Resignación, o Las Arenas allí, con su arma desafiante al viento, cayó en combate pues seguramente los españoles no se atrevieron a confesar que habían asesinado en su solitario bohío, ciego y desvalido, al General invencible de Las Avispas, el 6 de abril de 1874.
Mayor General Francisco Varona González
Francisco Varona González, gran revolucionario cubano que inició sus labores conspirativas en 1865 se hizo acreedor en breve tiempo de la simpatía de sus compañeros.
Nació el 15 de junio de 1832 en la finca Ventorrillo, propiedad de su padre. Fue adornada su cuna con hilos de seda pues sus padres eran poseedores de una cuantiosa fortuna. En la espaciosa mansión, compartía las horas dulces del hogar junto a sus progenitores, Esteban Ignacio de Varona y doña Catalina Ezequiela González.
Desde muy joven entró en relación con su primo Vicente García, a quienes unía además de las relaciones familiares, una gran amistad.
El asalto a Las Tunas en 1851 por el patriota camagüeyano, Joaquín de Agüero, repercutió profundamente en la juventud tunera y especialmente en Francisco Varona y Vicente García, quienes tenían 19 y 18 años respectivamente. Un lustro después ambos nuclearon a un grupo de coterráneos y se inician en la conspiración, reuniéndose esporádicamente en la casa de Vicente García en la calle Real.
Estas reuniones, no llegaron a un resultado total debido a la falta de experiencia y la poca organización, no obstante sembró en la juventud tunera de entonces el deseo de luchar por la independencia de Cuba.
El 14 de mayo de 1856 contrajo matrimonio con la bayamesa Mercedes Tornet Villareal, quien se convirtió en noble mambisa de nuestra independencia, compartiendo junto al esposo las vicisitudes de la lucha revolucionaria.
En reunión desarrollada en Las Tunas en 1867, Rubalcava expuso los trabajos que se desarrollaban en Camagüey y en Bayamo, pronunciando un ardoroso discurso. Los presentes brindaron por la libertad, jurando que desde aquel momento trabajarían por impregnar aquel espíritu a la jurisdicción.
En la reunión se tomaron varios acuerdos de gran importancia los que transcribimos textualmente:
1ro. Instalar una Junta revolucionaria que quedó organizada en el acto en el cual fue designado a Vicente García como presidente y Francisco Muñoz Rubalcava como vicepresidente.
2do. Enviar una comisión a Bayamo.
3ro. Repartir las comarcas en que cada uno debía trabajar correspondiéndoles en estos conceptos los partidos de Unique y Cabaniguán a Vicente García y Ramón Ortuño. A Diego Félix Milanés, la población y a Francisco Varona el partido de Yariguá sin prejuicios de trabajar todos en las distintas comarcas.
4to. Entregar a Bernabé Varona 30 onzas de oro para comprar armas y parque y remitirlos a Las Tunas.
Vicente García, Ramón Ortuño y Francisco Varona viajaron a Bayamo efectuando conferencias con Maceo Osorio, Donato Mármol, Esteban Estrada y otros, acordando imprimir mayor actividad al movimiento.
Más tarde vinieron a Las Tunas Donato Mármol y Manuel de Jesús Calvar con el fin de conocer el estado de los preparativos para la revolución en esta jurisdicción. La entrevista se desarrolló en la fonda que poseía Pancho Tornét en Las Tunas.
A principios de 1868 Vicente García ingresó en la logia Estrella Tropical de Bayamo, que fungía como centro de conspiración en Oriente trabajando desde ese momento bajo las orientaciones de aquella agrupación de patriotas junto a sus excelentes compañeros Ramón Ortuño, Diego Félix Milanés, Francisco Muñoz Rubalcava, Francisco Varona y Julián Santana, entre otros.
Su trabajo consistía en esta etapa en la captación de adeptos para la causa revolucionaria. Así realizaron entrevistas, contactos personales, concientizando a los amigos y ciudadanos dispuestos, a tal extremo que la población llegó a presionar a la dirección de los complotados para que acelerasen el Movimiento y se diera el estallido revolucionario.
Varona y García trabajaron con entusiasmo atrayendo a sus reuniones a hombres experimentados como Julián Santana y Javier Duarte, este último de profesión herrero e intelectual como Diego Félix Milanés, maestro de la escuela pública de Las Tunas y Pedro María Agüero González, empleado del Ayuntamiento.
Bajo la dirección de García, Varona y Rubalcava comenzaron el acopio de armas consistentes en fusiles de chispas y de pistón, machetes, escopetas y municiones, que se adquirieron en Camagüey por mediación de Ignacio Mora y Pedro Aguilar, las que se transportaban en alijos de malojas hasta la finca El Hormiguero propiedad de Vicente García y Las Lagunas de Francisco Varona, financiadas de su peculio particular.
El 4 de octubre se reunieron en la finca El Mijial, bajo la presidencia de Vicente García donde se tomó una resolución contundente para el inicio de la guerra.
De ello escribió en su Diario Francisco Varona:
(…) El día 4 y previa citación salí de Las Tunas para el Mijial donde había acudido con igual objeto Jaime Santiesteban, Vicente García, Donato Mármol y otros conspiradores, conferenciamos con Rubalcava y se convino aplazar el movimiento para el día 14 (…)
El 9 de octubre Vicente se reunió con los jefes de grupos en la finca Ventorrillo cerca de Las Tunas.
De esta anotó en su Diario Varona:
( …) El día 9 tuve una cita con García en Ventorrillo donde tuvimos reunidos hasta las once del día convenido el plan de ataque para el 14 de octubre debiendo yo entrar por el lado de la canoa (…)
El 10 de octubre se produjo el levantamiento de La Demajagua el que fue secundado por Vicente García el día 13 con el asalto a la ciudad de Las Tunas, la que fue asaltada por tres puntos diferentes, faltando el concurso de Francisco Varona quien había sido invitado por su amigo Guardiola para que comiera y se quedara ese día en su casa. Por tal motivo los emisarios de García no pudieron localizarlo.
El 14 de octubre se lanzó Francisco Varona a la manigua redentora y el 19 sostuvo su primer combate en Playuelas, cerca de Las Tunas, haciendo retroceder al enemigo. En horas de la tarde sostuvo un segundo encuentro en La Cuarentena, también victorioso para las armas cubanas.
El 7 de junio de 1869 realizó junto a su jefe la toma de un convoy en Becerra que se dirigía desde Puerto Padre a Las Tunas, formado por 23 carretas cargadas de alimentos y pertrechos de guerra. El mismo quedó completamente en manos insurrectas, constituyendo ésta la primera gran victoria del Ejército Libertador a campo abierto en esta comarca oriental.
Su hoja militar está llena de lauros, entre los que se inscriben de modo notable su participación en el asalto a Las Tunas en 1869, el combate de Río Abajo, donde fue derrotada la Creciente de Valmaseda del 13 al 16 de marzo de 1870, Santa Rita, cuando fue asaltado el campamento de Vicente García, donde combatieron contra tres mil soldados españoles, y otros que harían esta lista interminable.
El 19 de abril de 1869 Francisco Varona junto a Vicente García atacó una columna española en Diego Felipe, la que continuó su marcha a paso forzado, puede decirse que a la desbandada, tratando de evadir el combate de los mambises. Intentaron organizar una defensa activa, después de haber dejado tras de sí, alrededor de cien cadáveres entre ellos el capitán Sarmiento.
Cuando los españoles llegaron al caserío de Río Blanco trataron de guarecerse utilizando como barricadas las casas de los campesinos de la zona, pero el mayor general Vicente García les tendió un cerco total e inició el ataque. El combate fue nutrido y el enemigo tuvo numerosas bajas. A las cuatro de la tarde en el recinto tomado por los españoles se levantó una bandera de parlamento, el enemigo capitulaba. Fue hecho prisioneros el jefe de la columna comandante Troyano, ocho oficiales y ciento cinco tropas y clases, éstos sin contar los que fueron capturados dispersos, Vicente García les garantizó la vida y los remitió al gobierno en Guáimaro.
Esta victoria de las armas cubanas fue de gran significación por la gran cantidad de pertrechos de guerra que capturaron, en los momentos en que el Ejército Libertador más lo necesitaba.
El 16 de agosto de 1869 participó Varona como subalterno de Manuel de Quesada, en el asalto a Las Tunas.
El 16 de febrero de 1875 participó en la toma del convoy de Punta Gorda el que quedó totalmente en manos del Ejército Mambí.
Tomaron los insurrectos 34 carretas cargadas de víveres, ropas, medicinas y otros efectos, 125 yuntas de bueyes, 200 cabalgaduras, en su mayor parte mulos cargados, 111 rifles Remington y bastante parque.
Participó ya con los grados de coronel y como jefe del regimiento de caballería Río Blanco en el Movimiento político de Lagunas de Varona.
El 17 de febrero de 1876 el coronel Francisco Varona se trasladó a Caisimú con el objetivo de organizar las fuerzas que tomarían parte en el asalto a Puerto Padre. Allí recibió al teniente coronel Francisco Estrada Céspedes que llegó al mando de la caballería enviada por Vicente García para ponerse a sus órdenes. Pancho Varona envió confidentes a Puerto Padre para saber el estado de aquellas fuerzas. Este día por la tarde llegó al campamento Vicente García y le entregó a Varona 500 tiros para la acción. El día 18 continuaron la marcha hasta Puerto Padre acampando en San Antonio.
El 19 recibió Varona las confidencias sobre Puerto Padre con noticias de que una gruesa columna española se encontraba en Maniabón. Esto lo hizo abandonar la ruta que llevaba hacia el norte acampando entonces en Los Yayales. Desde este punto envió al sargento Salvador Burqueño con cuatro hombres para que reconocieran las fortificaciones del poblado, en este punto se le unieron el licenciado Lucas Castillo, el doctor Rafael Pérez Martínez y el coronel Paquito Borrero con algunos números de caballería poniéndose todos a las inmediatas órdenes de Varona.
El 21 recibió información de que en Maniabón y Santa María había una fuerza española de 1500 hombres. Varona conocía todos los peligros que corría en la acción pues podía ser sorprendido desde Maniabón y de los Fuertes de Guabineyón se escucharía perfectamente el fragor de la batalla en Puerto Padre. Para tener mayor consenso se reunió con los jefes que lo acompañaban.
En la reunión algunos advirtieron lo riesgosa de la operación debido al poco parque que llevaban, pero no obstante el coronel Félix Francisco Borrero estuvo de acuerdo en llevarla a cabo. Entre las tropas tuneras iba un esclavo llamado Sabá Peña, que había pertenecido a un hacendado portopadrense llamado Calixto García Marrón, quien le explicó al jefe de la operación cada una de las fortificaciones de Puerto Padre, señalándole la forma de entrar al poblado sin ser visto, este valioso soldado le dictó un plano en el que indicó la posición de las fortalezas principales de la ciudad y sus detalles.
Con el amanecer del día 22 salieron de Los Yayales, a las nueve de la mañana acamparon en Los Cocos para almorzar, en este sitio Varona se reunió con los guías y les impartió las instrucciones finales y ordenó al práctico Rafael Núñez que con tres soldados se dirigiera a Puerto Padre y abriera una brecha o vereda a través del monte y el millo que los condujera a la orilla del pueblo, sin ser advertidos por los centinelas del castillo de La Loma.
En Los Cocos, organizó Varona las fuerzas, en dos columnas de ataque y una más pequeña de reserva además del Cuartel General.
La columna número uno era la de Borrero con instrucciones de ocupar la primera línea atrincherada del enemigo y de inmediato ocuparse de la plaza de la iglesia, que constituía la de armas, y que estaba bien defendida. La segunda columna iba mandada por Francisco Estrada Céspedes, jefe del Regimiento Río Blanco que, a pesar de sus funciones en la caballería, en esta ocasión irían como infantería. La retaguardia iba al mando del capitán Rivas.
El parque fue distribuido en la forma siguiente: a los dos pelotones de avanzada le entregó 20 cápsulas, a los soldados de infantería les dio 89, a razón de una por cada uno, a los cuatro prácticos les entregó 16, a Miguel Valdivia cinco, a Paquito Borrero 200, a su escolta 18 y a la columna de reserva le entregó dos por cada uno de los piquetes de diez rifles. En tales condiciones se entregaron 368 cápsulas, dejando el resto para cuando fueran necesarias.
Los relojes marcaban las tres de la tarde cuando salió la columna y en la salida del callejón del Jucaral, el coronel Varona pasó revista a las fuerzas, comprobando que llevaba bajo sus órdenes 650 hombres.
Por el campamento español de Guabineyón pasaron los cubanos sin ser advertidos, pero la vanguardia se perdió por un camino extraviado saliendo por las cercanías del poblado de Maniabón. No obstante este incidente se esforzaron para llegar a puerto Padre en el tiempo fijado. A la una de la mañana del 23 de febrero se encontraron a orillas de su objetivo. Una vez cerca de la estacada, los cubanos se lanzaron sobre el Fuerte que bordeaba la playa, luego sobre el de voluntarios que mandaba Miguel Peña del cual se apoderaron.
Sobre este aspecto Juan Andrés Ge anotó:
(…) Este fuerte, como ya dijimos al explicar la fortificación de Puerto Padre se encontraba adosado a la estacada de la calle Lugones. Esa noche el fuerte tenía toda su guarnición completa y como no cabían todos adentro; los voluntarios Pancho Agüero y Manuel Pupo Garcés tendieron sus hamacas fuera. Aniceto Pérez estaba de centinela en la garita y el jefe del fuerte, Juan Miguel de Peña estaba soplando con el sombrero una fogata que trataba de encender para librar a la guarnición del frío que entraba por la boca del callejón con la estacada. El centinela le decía a Juan Miguel de Peña que le parecía que por allí cerca andaba gente y que se acercaban a la trinchera pero éste le respondió que el ruido ese era de las reses que andaban sueltas por aquel lugar y que era el miedo (…).
El pueblo fue tomado y le ocasionaron al enemigo 20 muertos. Todos los establecimientos del Estado fueron saqueados respetando siempre la propiedad de los vecinos. Entre los saqueados se encontraban los de los hermanos catalanes Jaime y Narciso Hipolit, y el de Musio Thómas, también catalán. Después del saqueo total a las cuatro de la mañana el corneta tocó reconcentración. Muchas familias se unieron a los insurrectos y en correcta formación todos salieron del pueblo sin mayores contratiempos. Por la parte cubana hubo un muerto y seis heridos. Fue ocupado un enorme botín de ropas y víveres, 14 caballos para montar, reses, parque en abundancia, 200 rifles y gran cantidad de armas blancas.
En el parte de operaciones Francisco Varona anotó:
(…) la conducta de jefes, oficiales y tropas fue recomendable, distinguiéndose el coronel Borrero, el teniente coronel Estrada y Pedro Palma (…)
Participó en escenarios gloriosos como la Toma de Las Tunas el 13 de septiembre de 1876.
Después de grandes y fructíferos combates, se produjo el Pacto del Zanjón que Francisco Varona rechazó enérgicamente incorporándose con Vicente García y Maceo en la Protesta de Baraguá.
En 1879, Varona y su hijo Francisco Varona Tornet, al frente de las tropas tuneras se alzaron cuando la Guerra Chiquita. Víctima de un engañoso acuerdo, tras el fracaso de este intento, fue hecho prisionero y junto a su hijo deportado a España.
Retornó a la patria en 1886, luego del asesinato de Vicente García en Venezuela y en el territorio de Las Tunas dedicó todos los esfuerzos a la organización de la nueva contienda.
El 24 de febrero de 1895, cuando los gendarmes de la Corona Española rodearon su casa, ya estaba Varona en el campo de la insurrección, de nuevo a la orden de la patria; cumpliendo con el legado de Vicente García, de ayudar a libertar a Cuba.
Recién iniciada la Guerra de 1895, recibió el grado de mayor general del Ejército Libertador cubano, tres estrellas refulgían en su guerrera, como premio a sus proezas militares ya su probado patriotismo.
Por su avanzada edad y el mal estado de salud permaneció desde 1896 en su cuartel de San Luis, protegido por una escolta especial que le asignó el Consejo de Gobierno.
En la zona de Gibara, el 21 de agosto de 1899 murió el viejo roble de la independencia cubana, coronado de lauros y victorias, rodeado de sus hijos de armas que en duro bregar por la vida, escenificó cientos de batallas en su afán por la libertad de su patria.
Brígida Zaldívar Cisneros
Nació en Puerto Príncipe el 1ro. de febrero de 1939. Su niñez transcurrió en medio de la opulencia de la villa portoprincipeña, pues su padre don Juan de Dios Zaldívar y la madre, Francisca Cisneros, eran de posición acomododada siendo esta ultima prima hermana de Salvador Cisneros Betancourt, marqués de Santa Lucía.
El padre poseía vastas extensiones de tierra en Las Tunas donde desarrollaba la crianza de ganado vacuno.
En Las Tunas, Vicente García hijo de ricos hacendados, hacía constantes viajes a Puerto príncipe en el negocio de ganado y madera y en uno de ellos conoció a Brígida, formalizando al poco tiempo las relaciones amorosas.
El 22 de agosto de 1855 contrajeron matrimonio en la ciudad de Las Tunas, para esta fecha contaba la joven con 17 años. Se establecieron en la calle Real.
Al año siguiente participó junto a su esposo en una conspiración que él inició en su ciudad natal. A pesar de que no triunfó debido a la poca organización y falta de apoyo, sirvió de antecedente y punto den partida en el territorio tunero.
Cuando el inicio de la Guerra del 68 Brígida quedó al cuidado de los hijos mientras Vicente marchaba al campo de batalla.
Al año de comenzada la guerra, el coronel español Eugenio Laño se estableció en Las Tunas y tomó como medida para doblegar al general, encerrar a la familia en su propia casa, que fue incomunicada con el exterior, sin permitir el paso de alimento a1guno aunque un vecino sobornando las postas lograban pasar a través del techo, botellas de leche para los niños.
En cautiverio murieron dos hijos del general, y no obstante las duras condiciones impuestas a la familia, Brígida mantuvo su firmeza y serenidad, al no pedirle a Vicente que depusiera las armas.
El 25 de junio murió otro hijo de Brígida, Ricardo José del Socorro, de ocho años de edad. Este nuevo golpe solo sirvió para seguir forjando el carácter y la voluntad de esta mujer.
Cuando el asalto a la ciudad por Manuel de Quesada el 16 de agosto de 1869 Brígida se incorporó al combate como enfermera y más tarde marchó a la manigua junto a su esposo y los pequeños hijos.
El 17 de agosto de 1871 fue atacado el campamento del mayor general de santa Rita, Brígida y los hijos fueron conducidos hacia el campamento de los realistas y al llegar a él, encontró prisionero a su padre. Posteriormente fueron puestos en libertad.
Por la tenaz persecución a que fue sometida, la familia y ante el temor de ser maltratada por los españoles Vicente García optó por enviarla a la emigración, aún cuando para todos fuera triste la separación pero era la única solución en esos momentos.
Carlos Manuel de Céspedes al saber esta decisión intentó ayudar a Brígida y sus hijos recomendándola a Miguel Aldaba, agente general en New York. Aunque este los atendió, llegaron a pasar hasta hambre al no contar con ningún recurso. En busca de mejoría se fue a Jamaica, donde residía Tomaza Varona, prima hermana del general García. Desde esta isla envió a su hijo Braulio a luchar junto al padre contando con sólo 13 años.
De Jamaica pasa a residir en Río Chico, Venezuela, sito donde vivía su hija Caridad, su hijo Pedro cursaba estudios en EEUU en esos momentos. A él se unió Braulio en 1877 en busca de apoyo de los emigrantes cubanos para continuar la guerra.
Después de la Protesta de Baraguá, Vicente García se fue a Venezuela a reunirse con Brígida, que no veía hacía seis años. En Caracas se reunió con Pedro y Braulio y juntos viajaron a Río Chico.
En 1884, cayó luchando contra la dictadura de Guzmán Blanco. Allí nació también María, la hija más pequeña de Brígida y Vicente.
El 4 de marzo de 1886 muere Vicente García en Venezuela y en aquella ciudad que ya casi era suya, la esposa le da sepultura.
Al comenzar la guerra necesaria en 1895 Brígida marcha a la manigua acompañada por María permaneciendo como soldado hasta 1898. Cuentan que al verla de campaña, un coronel español le preguntó: Y a dónde va doña Brígida. A lo que respondió decidida la matrona cubana: «Me voy a la manigua, la memoria de mi esposo me lo exige».
El 25 de enero de 1907 viaja a Las Tunas, encabezando la comitiva que trajo los restos del esposo para depositarlos en su tierra natal. Luego se estableció en Santiago de Cuba con su hija Rosa y en 1916 regresa a Las Tunas. Más tarde vuelve a La Habana radicándose en la casa 715 de la Calzada del Cerro, donde falleció el 25 de mayo de 1918 a la edad de 80 años.
Ramón Ortuño Rodríguez
Primer general negro del Ejército Mambí
Ramón Ortuño Rodríguez nació en la ciudad de Holguín el 2 de noviembre de 1817, hijo de José Ortuño y Dolores Rodríguez, quienes fomentaron una pequeña fortuna fa cual permitió dar una educación adecuada a sus hijos. En sus primeros estudios, que desarrolló en su ciudad natal, Ortuño era hábil e inquieto. Su carácter serio lo hacía parecer más adulto y desde muy joven aun, se mezcló con su padre en los negocios familiares.
Con sólo 17 años corretea por los campos haciendo amplias relaciones y en la zona de San Juan cerca del Arroyo del Medio conoció a don Luis de Feria Garallalde, el después General de las luchas independentistas cubanas. Amigos de fiestas y parrandas, conocieron las condiciones inhumanas en que vivían los labriegos y en más de una ocasión sus ojos se asombraban ante el golpe del cuero, o el látigo en las espaldas sudorosas de los esclavos. Cada latigazo, era como una aguijonada en su propia espalda, tal vez, un poco recordando a sus antepasados.
Ortuño realizó diversos viajes por la región oriental y especialmente a Las Tunas, lugar donde conoció a la joven Adelaida Salazar a quien le conquistó el corazón y desde entonces los viajes de negocios fueron más frecuentes ya con el marcado propósito de ver a la bella tunera.
El joven, deslumbrado por su conquista, no demoró mucho los preparativos del matrimonio, el cual formalizaron en esta ciudad; cuyas actas se quedaron en alguno de los incendios que los hijos de Las Tunas le prodigaron antes que verla esclava.
De profesión artesano, aprendió a moldear los hierros más duros y junto a su esposa vino a vivir a Las Tunas, donde montó un pequeño taller, de cuya, administración se encargaba junto a otros artesanos del pueblo, tales como los Guillen, Gutiérrez, Robinson, el herrero Florencio Carballo. Formó parte del primer cuerpo de bomberos de Las Tunas, todos de la raza negra y según escritos de la prensa periódica era un grupo de trabajo muy eficiente, los cuales contaban con una bomba extintor de mano con su carro, buenas mangueras, cubos, cuerdas etc., todas propiedades del municipio. Pronto los negocios prosperaron y las ganancias no se hicieron esperar lo que le permitió contratar otros trabajadores y tras el volumen de producción y las constantes demandas le permitieron acumular una respetable fortuna.
En su finca El Guisasero construyó un pequeño ingenio para fabricar raspaduras, el cual estaba enclavado en lo más empinado de un lometón, cercano al actual cementerio municipal. Por ser producciones de calidad, las raspaduras de El Ingenito, como se le conocía entonces, alcanzaron alta demanda y todos bautizaron la prodigiosa elevación como La Loma de Mongo, toponímico que ha trascendido hasta la actualidad.
Muchas de las rejas que engalanaron la ciudad colonial de las Tunas, se forjaron en las fraguas que Ortuño tenía en su taller. A la par laboraba junto a sus obreros con los cuales mantenía relaciones de amistad y respeto y junto al golpe de mandarria sobre el yunque para moldear el hierro, también se forjaban las ideas libertarias que Ortuño inculcaba en los compañeros con los cuales compartía el calor de la fragua o el olor de la melaza en el ingenio.
Era dueño en Las Tunas de varias propiedades rústicas entre las que se encontraban las fincas El Guisacero, La Viajaca, El Zarzal y otras.
En 1850, estableció relaciones con el isleño Julián Santana, quien había venido a Cuba con el Camagüeyano Joaquín de Agüero y Agüero formando dúo de negocios e ideología, pues ambos conocían los detalles de la Sociedad libertadora de Puerto Príncipe que a pesar de sus fines personalistas y del mantenimiento de la esclavitud, el grupo de Agüero y Agüero abogaba por la independencia y la abolición del flagelo esclavista.
El 8 de julio de 1851, participó en el asalto a la Villa de Las Tunas, y escapó a la ferocidad española porque no pudieron comprobarle sus ideas libertarias.
Ya organizaba la conspiración local, preliminar al levantamiento de los Diez Años en 1866, Vicente García llama al seno de sus reuniones a Ramón Ortuño, quien les aporta valiosas experiencias en la preparación del estallido revolucionario.
En una de las reuniones desarrolladas en el domicilio de Diego Félix Milanés, (28) en la cual participan Vicente García, Francisco Varona, Francisco Muñoz Rubalcava (29) Bernabé Varona, Francisco Vega, Julián Santana, Ramón Ortuño, Pedro Agüero González, Javier Duarte y otros. Todos brindaron por la libertad y Rubalcava junto a Bembeta pronunciaron ardorosos discursos.
En la distribución de la zona para las operaciones de proselitismo revolucionario les correspondió a Vicente García y Ramón Ortuño los partidos de Unique y Cabaniguán, pues Diego Félix Milanés laboraría en la ciudad y Francisco Varona, en el partido de Yariguá.
Más tarde, Vicente García, Ramón Ortuño y Francisco Varona viajaron a Bayamo realizando conferencias con Francisco Maceo Osorio, Donato Mármol y Esteban Estrada, para imprimirle mayor actividad al Movimiento.
Luego la visita fue reciprocada, pues vinieron a Las Tunas Donato Mármol y Manuel de Jesús Calvar para conocer en esta comarca la marcha de los preparativos. La reunión se desarrolló en la fonda de Pancho Tornet y la misma transcurrió en un ambiente muy animado.
Para 1868, ya Ortuño tenía junto a Rubalcava, 150 hombres armados y listos para iniciar la guerra contra España. E1 6 de octubre, Francisco Varona se encuentra con Ramón Ortuño, quien cumplía su misión revolucionaria, enardeciendo los ánimos de los complotados. De forma elocuente recoge Varona en su Diario de Campaña este encuentro: “Me habló lleno de entusiasmo, parece delirante, deseoso de llegar al rompimiento con los españoles, lo que no es extraño en su carácter tan exaltado”. (30)
El 9 de octubre de 1868, participó en una reunión desarrollada en Ventorrillo, para ultimar los detalles del levantamiento fijado para el 14 en la reunión del día 4 pasado.
El 13 de octubre, está Ortuño entre los primeros, formando con su tropa junto a Vicente García listos para el asalto. Llegada la hora convenida, con sus hombres se fue sobre la ciudad y a golpe de coraje junto a su jefe, logró llegar hasta las puertas de la iglesia después de arrollar barricadas y fortificaciones improvisadas en las bocacalles. Ese día, de retorno al campamento de El Hormiguero, donde hicieron hondear la bandera de la estrella solitaria todo era alegría, pues aunque no pudieron derrumbar el portón de la iglesia, habían roto las hostilidades contra España. Los días sucesivos, fueron de intenso bregar, de innovaciones constantes y Ortuño, con el afán de ver a su patria libre, con los barrotes de las ventanas o con los tornillos de las líneas telegráficas, fabricaba perdigones para rellenar los cartuchos de guerra. A estas esquirlas, le llamaban «chicotes» y era usual cuando disparaban sus rudas descargas escuchar entre los mambises una expresión muy típica: «ahí van los chicotes de Mongo», por esta razón al gran artesano lo bautizaron con el sobrenombre de Mongo Metralla.
Participó en los combates de El Gramal y La Cana, en el asalto a la ciudad el 16 de agosto de 1869, en el combate de Río Blanco, donde le hicieron más de cien muertos al enemigo. Con bravura se batió en Maniabón y La Horqueta, en el río de Vázquez, río San José y el 7 de junio del propio año hizo galas Ortuño de su valor en el combate de Becerra donde le tomaron al enemigo parte del convoy que conducían a Las Tunas y le hicieron numerosas bajas. .
Fue Ramón Ortuño, el primer general negro del Ejército Mambí. De él escribió Fernando Figueredo Socarras al referirse a los iniciadores de la lucha en Las Tunas: “Ramón Ortuño, joven de color, artesano que prestó un valioso apoyo en aquellos momentos de prueba” (31).
En un combate desarrollado entre Maniabón y Las Tunas, un día perdido de 1870, en el cual Ortuño se batió con su acostumbrada valentía contra una gruesa columna española, cayó el pilar de ébano sin que sus compañeros pudieran rescatarlo. Una vez en manos enemigas, ya muerto el grandioso general, trucidaron su cadáver a golpe de sable y después lo incineraron en improvisado crematorio, contando como testigos excepcionales de la barbarie los árboles de la comarca, cuyas hojas como las del sauce lloraron la afrenta. Las cenizas de Mongo, esparcidas al viento, abonaron cada rincón y su ejemplo fructificó en el corazón de los cubanos.
General de Brigada Julián Santana
Julián Santana, nació en la ciudad de Tenerife, Islas Canarias, el 9 de enero de 1830, hijo de padres desconocidos, fue recogido por la Institución Benéfica Santa Ana de Las Palmas, Gran Canarias.
En su pequeña isla desarrolló su niñez y juventud, rodeado por las pretensiones de España que cada vez se esforzaba más por reafirmarse como dueña y señora de América.
En 1851, cuando sólo contaba 21 años, realizó su viaje a Cuba, donde había prendido la chispa de rebeldía, al calor de las manifestaciones que ya habían trascendido fuera de los límites del Caribe.
Llega al país en los momentos en que Joaquín de Agüero se lanza a tomar Las Tunas, a cuyas fuerzas se incorporó.
Con un grupo de audaces guerreros, atacó una columna enemiga, cayendo prisionero de los españoles, quienes decidieron pasarlo a Las Tunas, donde fue liberado posteriormente. A las órdenes del después general Ramón Ortuño Rodríguez, se lanza a la contienda de los Diez Años, alcanzando en los primeros momentos de la guerra el grado de teniente.
Con el desarrollo de la guerra pasó a formar parte de las tropas del mayor general Vicente García. Participó en la toma de Río Blanco, en la que dio una brillante demostración de valor, por lo que fue ascendido a capitán.
Participó en la toma del Fuerte de La Zanja, junto al León de Santa Rita, arrebatando al enemigo más de 300 mil tiros, armas y otros pertrechos de guerra, así como abastecimientos. Por su tan brillante comportamiento en el combate el general García le impuso los grados de comandante.
Cuando la Revolución necesitó de hombres audaces para pelear en Las Villas, Julián Santana dijo presente. A su paso participó en los combates de Mojacasabe, Las Guásimas y otros. En Las Villas demostró su pericia militar y su probada disciplina en cada acción.
A su regreso se batió fuertemente en la toma de Cascorro y en la de San Miguel de Nuevitas, donde desempeñó un significativo papel. De nuevo bajo las órdenes de Vicente García, participó en numerosos combates dejando escritas bellas páginas de heroísmo.
En los momentos en que un grupo de cubanos capitularon en El Zanjón, Julián Santana se sumó al Titán de Bronce en la Protesta de Baraguá y cuando ya la mayoría de los cubanos estaban en el exterior producto del cese de la guerra, en 1879, se unió a Francisco Varona, para seguir luchando por la independencia de Cuba.
Su firma no apareció en ninguna capitulación militar, porque jamás depuso las armas, sino que cuando las condiciones fueron adversas, marchó a Saint Thomas, organizando allí una expedición junto a Maceo para volver a Cuba y continuar la lucha.
La expedición salió de Santo Domingo rumbo a Guantánamo, pero en alta mar fueron seguidos por los costeros españoles y tuvieron que refugiarse en las Islas Turcas, donde el gobierno inglés confiscó la embarcación, permitiéndole a la expedición trasladarse a Santo Domingo en uno de los buques de su escuadra. Allí el Presidente Luperón, le consiguió a Santana un pasaporte para viajar a Cuba, a donde llegó en 1881. Una vez en Las Tunas, se instaló en su finca Santa Inés, en el barrio El Oriente de esta localidad. Tuvo 13 hijos en sus tres matrimonios de los que Jacinto Santana fue viva expresión del carácter de su padre, como oficial mambí en la contienda del 95.
Durante la tregua fecunda se dedicó a su familia y a las labores agrícolas. El primero de junio de 1895, recibió en su recinto una orden del general Antonio Maceo, el tiempo apremiaba y Santana se lanzó a la nueva contienda con 112 hombres que reclutó y armó por sus propios medios. En esta etapa fue ascendido a coronel. En el período de 1895 a 1897, libró prominentes combates con saldos positivos para las armas cubanas. Cuando la invasión a occidente en 1895, cumplió su misión de acompañar el contingente hasta el Fuerte La Redonda en la trocha de Júcaro a Morón, dejando con los invasores su escolta y un escuadrón de sus mejores guerreros, los que se sumaron a las órdenes del general Miró Argenter, porque la orden de Maceo era que regresara a incorporarse a las tropas de Mario García Menocal. Al regresar sus asistentes, le hicieron entrega de los grados de general de brigada, conferidos por Antonio Maceo, como distinción a las tantas pruebas dadas en la defensa de los ideales de Cuba y en sus luchas por la independencia.
Una vez finalizada la guerra, volvió a su casa con el corazón sombrío, pues los norteamericanos, con su vil intervención en Santiago de Cuba, habían frustrado la ansiada independencia por la que habían luchado tantos años.
El 12 de octubre de 1908, el viejo roble de nuestras luchas, compareció ante el juzgado de la ciudad de Las Tunas para, en gesto generoso y patriota, renunciar a su ciudadanía y optar por la cubana.
En 1920, patentizó en una carta enviada al Sr. Aurelio Hevia, su repudio a la ignominiosa intervención yanqui, la que despreció desde los primeros momentos y contra la que estaba dispuesto a empuñar su espada si fuera necesario para sacarlos de una vez y para siempre.
Después de una vida pródiga, el 31 de julio de 1931, falleció el heroico isleño- cubano.
Su ejemplo imperecedero, en la paz y en el combate, ilumina el sendero por el que hoy marcha la juventud, pues en Julián Santana se conjugan dos cualidades sumamente hermosas: la del revolucionario y el internacionalista.
General Francisco Muñoz Rubalcava
Francisco Muñoz Rubalcava, nació en Santiago de Cuba el 25 de junio de 1825 en el seno de una familia acomodada, encabezada por sus padres Rafael Muñoz y Asunción Rubalcava. En su Ciudad natal recibió esmerada educación, la que le permitió cultivarse como poeta de fina estirpe. Desde niño tenía inquietudes literarias y con frecuencia se le podía encontrar en la residencia de su tío Manuel Justo Rubalcava y Sánchez Caballero, poeta culto y brillante escritor de novelas.
Sus primeros estudios los realizó en el colegio Francés, de Santiago de Cuba, propiedad de Mr. Fors y no en Francia como algunos historiadores han señalado. En 1850, ya con 25 años viajó a París por espacio de un año. Al retornar a la patria contrajo matrimonio con la joven Delfina Peacock. Dos años más tarde la esposa murió y el joven marchó a los Estados Unidos de Norteamérica donde permaneció hasta 1862, fecha en que regresó a La Habana. Durante su estancia en Nueva York, publicó su cuaderno de poesía titulado «Flores de un día», el mismo consta de 144 páginas y 26 poesías. En el prólogo de la obra, al que Rubalcava tituló «Dos palabras», se trasluce su sinceridad y valor a la hora de enjuiciar su obra y salta a la vista que no teme a la crítica, sino que se expone a ella. En uno de sus párrafos escribió:
{ …) En mi, que lejos de arrullarme tan atrevido pensamiento existe, {Sic) la profunda convicción de ningún valor de mis aspiraciones: ¿Se me disculpará por la severa crítica el paso que atrevido doy lanzando a la luz pública mis pobres concepciones? nadie mejor que el juicio a que ella invita responderá a la cuestión; pero antes diré dos palabras que acaso contribuyan a atenuar la severidad conque pudiera juzgarme.
Dirigió en 1864 el Boletín Mercantil de Cárdenas en Matanzas, al aunque por poco tiempo y tres años después (1867) se estableció en Puerto Príncipe entregándose por completo a la labor revolucionaria.
Su labor intelectual fue fecunda, escribía en el periódico El Siglo, de La Habana, dirigía El Oriente y más tarde fue redactor de El Camagüey fundado este último por Salvador Cisneros Betancourt; marqués de Santa Lucía. Rubalcava, quien conocía las delicadas y patrióticas poesías de Tomasa Varona González, comenzó a mantener con ella relaciones literarias. Viajó a las Tunas para conocer personalmente a la poetisa y esas relaciones formales de correspondencia, se transformaron en pasión amorosa. Contrajo matrimonio en segundas nupcias con Tomasa hija del hacendado Esteban Ignacio de Varona, el 23 de julio de 1866.
Rubalcava en su asiduo quehacer literario fue colaborador del Noticioso Comercial de Santiago de Cuba y escribió además tres novelas.
Su esmerada educación lo llevó a ser cuidadoso filólogo, historiador y poligloto. Además de sus estudios en Cuba y Estados Unidos, también estudió en Alemania, lo que le permitió ampliar ostensiblemente su horizonte cultural.
Establecido en Puerto Príncipe ingresó en la logia Tínima, donde se efectuaban tenidas en contra de la metrópoli española.
En una de sus reuniones Rubalcava propuso a los conspiradores camagüeyanos que se pusieran en contacto con los de Bayamo, donde se estaba conspirando. La propuesta fue aceptada siendo comisionado el propio Rubalcava para llevar a cabo tan importante misión.
El poeta revolucionario, se puso inmediatamente al habla con Francisco Vicente Aguilera, venerable maestro de la logia Estrella Tropical de Bayamo, quien aceptó el proyecto de la reunión conjunta.
En 1867, contacto con el Movimiento Revolucionario de Las Tunas, quedándose definitivamente a residir en esta ciudad.
La inteligencia del intelectual, fue una inyección renovadora en el Movimiento tunero, llegando a convertirse en el segundo jefe indiscutible de la conspiración en esta localidad.
Participó en varias reuniones preliminares en Las Tunas en las cuales su opinión siempre fue bien escuchada.
De este modo fue electo junto a Vicente García para participar en la Convención de Tirsán o Junta de San Miguel de El Rompe.
Como representante de esta localidad participó en la reunión de la finca Muñoz y a partir de este momento junto al artesano Ramón Ortuño Rodríguez reclutó alrededor de 150 hombres para iniciar el rompimiento con España.
Como bien ha señalado la doctora Hortensia Pichardo, Rubalcava vino a ser el elemento unificador entre los revolucionarios orientales y camagüeyanos.
El 18 de octubre de 1868 asaltó y tomó el poblado de San Miguel de Manatí, y el 22, ante el desembarco de una gruesa columna española y la imposibilidad de enfrentarla con los pocos hombres de que disponía, decidió retirarse. Pero antes de hacerlo incendió el caserío el que se quemó totalmente, constituyendo éste, el primer poblado incendiado en Cuba en holocausto a la libertad, que se conozca hasta la fecha. Es curioso anotar, que el cura de la iglesia de esta localidad, Braulio Odio Pécora, se incorporó a las tropas de Vicente García oficiando como tal durante toda la Guerra Grande entre las tropas mambisas, en las que obtuvo los grados de coronel.
El 29 de octubre, sostuvo combate en Arroyo la Palma y sucesivamente combatió en El Gramal, Becerra, Miguel Ramos, Diego Felipe y Río Blanco. Junto al general García tomó infinidad de convoyes. Participó en el asalto a Las Tunas el 16 de agosto de 1869.
Dados los abatares de la guerra, su esposa Tomasa Varona, tuvo que emigrar a Jamaica, viviendo en la pobreza y el infortunio. Esta noble cubana, poco conocida por sus ideas revolucionarias, escribió en varios periódicos, firmando muchas de sus poesías con el seudónimo de Eliana.
Después de un fuerte combate de Vicente García en Las Flores, lugar del actual municipio Las Tunas, los mambises se trasladaron, tras la victoria obtenida sobre el enemigo, a La Entrega, campamento donde tenía Rubalcava una ranchería y su Cuartel General. Cuando fue asaltado el campamento de García en Santa Rita el 19 de agosto de 1871, el jefe mambí se encontraba jugando una partida de ajedrez con Rubalcava al que eran asiduos aficionados ambos jefes. En esta batalla Rubalcava desempeñó un importante papel en la combinación del fuego de la fusilería con cargas al machete, que produjeron en el enemigo 112 bajas.
Por su arrojo y valentía, fue distinguido en varias ocasiones, alcanzando los grados de general del Ejército Libertador cubano. En premio a su buena labor, en 1873, fue designado segundo jefe del Camagüey, lugar que ocuparía bajo las órdenes de Ignacio Agramonte. Días antes de partir para ocupar su nuevo destino, estaba en unos ranchos curándose una úlcera de la cual padecía hacía tiempo, cuando fue apresado por una banda de jíbaros y conducido a Puerto Príncipe donde fue condenado a muerte, sentencia que se cumplió en la Plaza Del Cristo de Camagüey el 6 de marzo de 1873. El día antes de ser fusilado, escribió a su esposa una sentida carta donde vuelca toda la ternura del compañero, del que siempre la acompañó en los momentos de dulzura e infortunio, legándole por toda fortuna su buen nombre y estas palabras: « No amo tanto la vida para conservarla cubriéndome de baldón», como digna respuesta a los que le prometían el perdón de la vida si traicionaba la causa por la cual había luchado.
Tomado de:
Breve Reseña Histórico Cultural de la Provincia de Las Tunas, Cuba